Han pasado ya casi 89 años del deceso
del fundador de la URSS, Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido como
Lenin. La URSS no existe más, y el comunismo dejó de ser la fuerza
hegemónica en Europa oriental y Asia. Sin embargo, el legado de
Lenin continuará en discusión aún por largo tiempo. No es para
menos, la revolución socialista liderada por Lenin ha sido el
momento más revolucionario de la historia mundial y los efectos de
ella se dejaron sentir en todo el mundo.
¿A qué se puede atribuir esta
dimensión de la revolución de 1917? Hay que recordar que la Rusia
de principios de siglo no era un país desarrollado, se trataba de
una monarquía semi-feudal que apenas en 1861 había realizado una
reforma agraria parcial dirigida por la misma aristocracia zarista.
El capitalismo en Rusia tiene este punto de partida y se desarrolla
vigorosamente desde entonces, sobre todo en las grandes ciudades,
donde se fundan grandes centros industriales, empresas, etc.
Pero el mundo rural ruso sigue bajo el
control de la nobleza y sólo con lentitud se abren paso el comercio
y el capital. Pero igualmente el capitalismo hace progresos en el
campo. Rusia llega al siglo XX como un país atrasado y campesino en
el que existen grandes complejos industriales.
Las transformaciones económicas en el
sentido capitalista, sin embargo, no llegan a producir una clase
capitalista independiente, que desarrolle sus intereses políticos de
manera independiente al zarismo. Los capitalistas rusos vieron la luz
como excrecencias de la aristocracia de la tierra, con la cual
siempre estuvieron fusionados, de manera que los intereses
propiamente burgueses en Rusia acabaron por ser representados por las
capas pequeñoburguesas e intermedias que veían con desagrado las
trabas feudales al desarrollo burgués y padecían el despotismo en
cada esfera de la vida civil.
Esta situación intermedia de la Rusia
zarista, a caballo entre la Europa imperialista y el Asia
precapitalista creó y tenía que crear un régimen político y
social que reunía en sí mismo todos los géneros de opresión y
ninguna de las libertades inherentes a los otros regímenes con los
que compartía fronteras.
Ya Marx y Engels habían advertido las
contradicciones que sacudían al inmenso país de los zares, y casi
cada año desde 1870 esperaban que estallase ahí la revolución. No
tuvieron oportunidad de verlo, la revolución terminó por estallar
en 1905 y fue el mayor estallido en el mundo desde la Comuna de París
de 1870. Si bien la revolución fue un movimiento espontáneo que
enfrentó a las masas hambrientas con el régimen, ya en ella se
hicieron presentes los movimientos y partidos que se verían las
caras de nuevo en 1917.
Precisamente en 1870 nace Vladimir
Ilich Lenin, en una familia que ha ascendido en la escala social
gracias al trabajo de su padre Ilya, cuya labor en la organización
de centros de educación le valió una condecoración que lo ascendió
al carácter de noble. Lenin, pues, pertenecía a la nobleza regional
y como tal recibió una educación apropiada, al igual que sus
hermanos. Su hermano mayor Alexander se educó en las ciencias
naturales y todo indicaba que se convertiría en un científico o un
profesor. No obstante, terminó por involucrarse con los grupos
revolucionarios que buscaban dar muerte al zar en nombre de la
libertad del pueblo. Ya en 1881 un zar había caído por las balas
de los terroristas de izquierda de “La Voluntad del Pueblo”, ¡ y
eso que se trataba del zar “reformista”!
Alexander fue, sin embargo arrestado y
llevado a la horca, pero en todo momento se negó a pedir perdón
aunque su condición de noble le permitía ciertas prerrogativas.
Muere finalmente ajusticiado, lo que lleva a la familia Ulianov a
padecer el señalamiento público. Lenin quedaría profundamente
afectado por esta serie de eventos. Mucho se ha discutido sobre si
esto lo condujo a la senda revolucionaria, pero es poco probable, ya
que Lenin por entonces ya era más radical que Alexander aunque no
era aún marxista.
Lenin se aboca al estudio pero su
participación en la agitación estudiantil en la Universidad de
Kazán le valen la expulsión, ha de marchar a San Petersburgo y
estudiar por su cuenta para presentar exámenes finales a fin de
titularse, lo que logra y entonces busca colocarse como abogado. No
obstante, para entonces es ya un marxista formado y ha entrado en
contacto con los grupos revolucionarios de San Petersburgo, que
realizan reuniones semiclandestinas para discutir sobre la teoría
marxista y la táctica de los revolucionarios en Rusia, ahí conoce a
la que será su esposa, Nadezhda Krupskaya. Lenin ya es reconocido
por los estudios que ha realizado sobre la economía rusa y las
teorías que se están proponiendo para explicar el desarrollo que se
ha observado desde la reforma de 1861. Estas obras siguen siendo
estudiadas hasta la fecha presente, sobre todo se trata de Contenido
económico del populismo, ¿Quiénes son los “amigos del pueblo”?,
y Sobre el problema de
los mercados, entre otras obras,
que dan ya cuenta de la capacidad analítica del joven Lenin (tiene
23 años) y el
vasto conocimiento que tiene
de la obra de Marx así como
de los autores populistas rusos
y de los precursores europeos de éstos.
Pero
el joven Lenin no emprende una labor académica en la economía
política, sino que entra en la polémica que sostienen los teóricos
revolucionarios acerca de la evolución del capitalismo ruso y de los
caminos para la política revolucionaria en Rusia. Algunos autores
sostenían que el desarrollo del capitalismo era irrefrenable y que
por tanto no quedaba más que esperar a que la mera deriva
capitalista fuera acompañada por un correspondiente desarrollo
político en dirección de la democracia burguesa. Estos
teóricos eran los liberales burgueses y los llamados “marxistas
legales”, los liberales tenían a su máximo representante en el
literato Tugán-Baranovski y los “marxistas legales” en Piotr
Struve. Estos teóricos
descendían hasta la apología del capitalismo, basándose
exclusivamente en el ejemplo de Europa occidental.
En el
otro extremo se encontraban los distintos grupos y fracciones del
populismo, los populistas
consideraban, por el contrario que el capitalismo carecía de raíces
en Rusia, y que por ello terminaría declinando hasta desaparecer o
bien hasta quedar
en un estadio estacionario en el que no podría representar un papel
decisivo en la economía y que las promesas de democracia y
libertades burguesas no podrían materializarse por la vía del
desarrollo burgués, sino por la movilización de las masas
campesinas. El populismo
surgió de las capas campesinas “liberadas”por la reforma de
1861, aunque sus representantes teóricos eran literatos y
economistas provenientes de la pequeña burguesía radical de las
ciudades. El primer populismo era un movimiento revolucionario que
buscaba el derrocamiento del zarismo y la organización de una
economía socialista campesina que
remplazase al capitalismo. No
obstante, los populistas contemporáneos de Lenin eran meramente
los restos de aquél gran
movimiento popular, eran, como podría haberlo
dicho Marx, los albaceas testamentarios; y sus posiciones habían
evolucionado francamente al liberalismo, contemporizando abiertamente
con las reformas “desde arriba”.
A
pesar de eso, los populistas siguen representando el pensamiento
avanzado en Rusia y Lenin va a romper lanzas contra ellos. Sus
textos se dirigen tanto contra la apología del capitalismo, o sea,
contra los marxistas “legales”, como contra el rechazo a secas de
todo lo progresivo
que implica el capitalismo, o sea, contra los populistas. A
unos los rebate argumentando que el puro
desarrollo económico por la
vía capitalista no implica la evolución a formas de vida
democráticas, ni siquiera en el
sentido burgués. A los segundos les replica que la
misma economía campesina avanza por la senda del capitalismo, aunque
lo hace de manera lenta y tortuosa, y que hablar de un socialismo
campesino sobre esta base es mera ilusión, pues
el desenvolvimiento de un modo de producción como el capitalismo no
puede ser frenado desde el propio modo de producción en
tanto la propiedad de los
medios de producir sigan en las manos de las mismas clases
explotadoras.
Así,
Lenin rebate a los extremos teóricos
que proponen “alternativas”
para el capitalismo y que no
se detienen a explicar
primero cuál es la naturaleza real del proceso que está
transcurriendo, a
descubrir las contradicciones del desarrollo y las verdaderas vías
abiertas para la política revolucionaria.
Será Lenin quien
realice esto, a ello dedicará su trabajo en los siguientes siete
años, incluso en el destierro en Siberia y luego en el exilio; a los
que fue condenado por su labor revolucionaria.
Las
obras de Lenin, “El desarrollo del capitalismo en Rusia” y “La
cuestión agraria y los 'críticos' de Marx” (1899-1900) van
enfocadas a ese objetivo. Aquí fundamenta con una profusa
estadística y un concienzudo análisis las tesis vertidas en sus
obras de crítica al populismo y al “marxismo legal”. Con
justicia se puede decir que la obra de estos años será la base
teórica sobre la que cimentará toda la línea política que seguirá
en el movimiento revolucionario de los años futuros.
El siguiente punto
álgido en la carrera de Lenin será el proceso de organización del
partido revolucionario, para ello se requería coaligar a la gran
cantidad de pequeños círculos marxistas en una única organización.
El eslabón fundamental en ese momento era el grupo de Plekhanov,
Emancipación del Trabajo, que estaba en el exilio, pero que
mantenía su prestigio dentro y fuera de Rusia, y representaba al
marxismo ruso frente a la II Internacional, la asociación de los
partidos socialistas de Europa. Lenin mismo era un admirador de
Plekhanov, su obra había influenciado directamente la obra de Lenin,
pero Plekhanov empezaba a anquilosarse y cada vez desconfiaba más de
las noticias sobre el ascenso del movimiento popular en Rusia; a él,
el socialismo le parecía cada vez más lejano y más ideal, más
lejano de la política concreta de los movimientos revolucionarios.
El choque con Lenin era entonces inevitable.
El naciente partido
revolucionario de Rusia se dividió en su mismo origen en varias
fracciones, el motivo de la división residió en las cuestiones de
organización, los grupos no tenían la misma visión en torno a la
línea de la política a seguir y por tanto de cómo debía
organizarse el partido, aunque en principio todos estaban de acuerdo
en la necesidad de un partido único para los revolucionarios rusos.
Desde un comienzo,
Lenin abogó por una organización centralizada y disciplinada, que
fuera capaz de luchar contra el zarismo a la cabeza de la clase
obrera. Lenin era enfático en señalar que al no haber en el
imperio ruso tradiciones democráticas la lucha tendría que
desarrollarse de manera diferente que en los países más avanzados.
Pero también sostenía, y esto es lo crucial, que la lucha
socialista en Rusia tenía más posibilidades que en Europa
occidental y los EU, el tiempo le daría la razón.
El ala derecha del
movimiento revolucionario sostenía por el contrario que precisamente
debido al atraso de Rusia, las transformaciones democráticas eran
indispensables y era tarea de los revolucionarios luchar por esas
reformas, y que por tanto, el partido debía ser una organización de
masas más o menos abierta a los movimientos sindicales y campesinos,
de manera que tuviera el mayor alcance aún a costa de la disciplina.
Ya desde este momento se perfilaron las tendencias reformistas y
conciliadoras de los derechistas, que después serían llamados
“mencheviques”, al quedar en minoría en el segundo congreso del
partido en 1903.
Los partidarios de
Lenin pasaron a llamarse “bolcheviques” o mayoritarios, aunque
esta ventaja fue efímera, los nombres perduraron y hasta la fecha se
conservan como denominaciones para el ala derecha y ala izquierda del
movimiento comunista. No obstante la división, ambas alas se
siguieron considerando partes integrantes del mismo partido, el
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), y lucharon
encarnizadamente por controlar su dirección y su periódico.
A partir de
entonces, Lenin no cejará en la lucha contra los mencheviques, a los
que considera como elementos extraños a la lucha obrera incrustados
en el partido, representantes de la pequeña burguesía y, por tanto,
de los intereses de la gran burguesía, aunque por sus intenciones
aparezcan como defensores de la causa proletaria. Por tanto, los
mencheviques se convierten en servidores involuntarios de la política
burguesa.
Lenin se dedica
aguerridamente a combatir las desviaciones mencheviques, que se
vuelven un peligro cada vez mayor en tanto el movimiento popular en
el imperio se va recrudeciendo hasta que estalla en la revolución de
1905, que se produce tras la desastrosa guerra con el Japón. El
hambre y la miseria campeaban y una manifestación se organizó para
hacer una petición al zar. Fue organizada por un religioso de
nombre Gapon, que, como se sabría después, era agente de la
policía, informante y organizador de sindicatos policiacos. Con
todo, la manifestación era una legítima movilización de las masas
y por ello despertó el miedo y la ira del zar y sus generales de
manera que la represión no se dejó esperar, hubo muchos muertos y
heridos. Gapon huyó al extranjero (más tarde se entrevistaría con
Lenin y otros líderes en el exilio). Pero la insurrección creció,
los grupos de trabajadores se organizaron en soviet o consejos, en
los que se aglutinaban las fuerzas revolucionarias en cada localidad,
industria, etc. El más importante era el de San Petersburgo, cuyo
dirigente más importante era Trotsky, otrora discípulo de Lenin y
ahora ferozmente enfrentado a él.
Sin embargo, las
fuerzas del zarismo se reorganizaron, mientras que los grupos
revolucionarios carecían de la experiencia y los cuadros preparados
que pudieran volcar la situación en su favor. Además, muchos de
sus líderes aún no regresaban del exilio, el mismo Lenin con
dificultades logró ingresar en 1905, pero el desarrollo del partido
era exiguo, ni sus cuadros ni sus militantes habían resuelto las
grandes cuestiones de la lucha de clases y no estuvieron en
condiciones de elaborar las consignas adecuadas en los momentos
adecuados, en pocas palabras, no estaban capacitados para diferenciar
las etapas de la revolución y las tareas de cada una de ellas.
Lenin se ve
obligado a volver al exilio en 1907, no volverá a Rusia hasta diez
años después ya en plena revolución de 1917.
A pesar de la
derrota, y la crisis subsiguiente que sufrirá el movimiento, las
lecciones de 1905 serán en extremo valiosas, y su mayor legado, la
experiencia de la formación de los soviet, tendrá un papel crucial
en el futuro 1917.
La represión será
dura, fusilamientos, expulsiones, prisión y despidos, serán el
destino de los alzados de 1905, se recrudecerán las razias
anti-judías, los sanguinarios pogrom.
En el exilio las
cosas eran también difíciles, los militantes desertaban por
centenas y aún miles, la prensa revolucionaria prácticamente
desapareció y las discusiones se agriaban con el sabor de la
derrota. El mismo Lenin vive en la precariedad y va quedando aislado
incluso entre los mismos bolcheviques, que con Bogdanov a la cabeza,
se entregan a las polémicas filosóficas. Lenin se ve orillado a
combatir estas desviaciones y elabora el libro Materialismo y
empiriocriticismo (1908), donde condena resueltamente la
conciliación con la filosofía burguesa que pretendían los
seguidores de Bogdanov.
La crisis del
movimiento ruso no está, sin embargo, sola, ya que conforme se
aproxima la guerra imperialista europea, el movimiento internacional
entra a su vez en crisis. La cercanía de la guerra empuja a los
gobiernos imperialistas a presionar a todos los partidos a unirse a
ellos con el argumento de la necesidad de la “unidad nacional”,
formando bloques políticos que ahogaran la voz de los trabajadores y
cargaran sobre ellos los costos de la guerra, costos que como se
verá, serán monstruosamente elevados en vidas y recursos. Pocos
partidos socialdemócratas resisten la ofensiva gubernamental, pues
los años de paz han mellado sus organizaciones y la rutina
parlamentaria ya ha adocenado a los líderes, que temen perder sus
cargos y posiciones si se embarcaran en una lucha frontal contra el
Estado.
Tras una breve
lucha, casi todos los partidos de izquierda claudican en las vísperas
de la guerra, Lenin y los otros revolucionarios verdaderos
(Luxemburg, Pannekoek, Liebnekcht se baten desesperadamente apelando
a las resoluciones del congreso socialista de Zimmerwald, pero la
bancarrota es inminente, y la clase obrera europea es entregada atada
y amordazada a los imperialistas. La guerra inflama la vena
patriótica de las masas, incluso de muchos proletarios, y los
líderes de los partidos socialistas que han contemporizado con la
burguesía se ocupan alegremente de buscar justificaciones
“proletarias” a la participación en la guerra. Lenin los
denuncia como “social-chovinistas” o sea, socialistas de palabra
y nacionalistas de hecho. En lo sucesivo, los partidarios de Lenin
quedarán en minoría y forman coalición con los elementos
minoritarios de otros partidos europeos que fueron marginados de las
direcciones partidarias y de los parlamentos, pero que se mantuvieron
firmes pese a todo.
En Rusia, mientras
tanto, conforme la guerra se recrudece, la realidad del atraso
económico y cultural del país va cobrando su factura y pese a los
primeros triunfos frente a los austriacos, se ve obligada a perder
posiciones y su línea de combate se va desmoronando frente a los
alemanes, enfriando rápidamente los ánimos patrióticos de las
masas, que ven cómo la guerra se prolonga y los mismos burgueses y
terratenientes que la alentaron ahora vacilan y se dedican a
enriquecerse con los créditos de guerra. El descontento crece día
con día y la agitación revolucionaria encuentra cada vez más oídos
atentos.
En el tercer año
de la guerra la crisis hace explosión y la oleada revolucionaria se
deja sentir en la capital como huelgas masivas de trabajadores a los
que terminan por unirse las milicias de Petrogrado, el zar queda
imposibilitado para gobernar y abdica en favor de su hermano, pero
éste no pudo hacerse con el poder, de manera que se formó un
Gobierno provisional dominado por la burguesía. Sin embargo, la
presión de las masas tenía tal vigor que pronto se formaron soviet,
como en 1905. En los soviet se agruparon los diferentes partidos
revolucionarios y en lo sucesivo se convirtieron en un poder alterno
al del Gobierno provisional, al grado que la coalición burguesa se
vio obligada a ceder gradualmente poder al movimiento popular en la
forma de carteras en el Gobierno para dirigentes de partido populista
o “Socialista Revolucionario”, pero siempre manteniendo el
control, intentando así apaciguar a las masas y al mismo tiempo
mantener la política del zarismo, o sea, la participación en la
guerra mundial y el consecuente sacrificio de los trabajadores.
Lenin, desde su
exilio en Suiza se dio perfecta cuenta de esta situación y
desesperaba por regresar a Rusia para poner en guardia al partido
bolchevique, que a pesar de estar en minoría, podía voltear las
cartas de la burguesía si maniobraba con habilidad. La respuesta a
sus cuitas llega por un camino inesperado, cuando Parvus, antiguo
revolucionario devenido en informante policiaco se pone al servicio
del imperio alemán y convence al alto mando de que les conviene
ingresar a los líderes revolucionarios mencheviques y bolcheviques
en Rusia a fin de que triunfe el movimiento popular y se firme la paz
separada entre Rusia y Alemania.
Lenin acepta el
plan, aunque imponiendo condiciones, como la extraterritorialidad del
tren en que habrán de ser trasladados a través de Alemania. Para
Lenin es claro que aunque Alemania sería beneficiada temporalmente
por la salida de la guerra de Rusia, esa ventaja se perdería pronto
pues la guerra misma era un callejón sin salida, mientras que el
triunfo de la revolución en Rusia significaría un salto adelante
para la revolución en Europa y Asia; Rusia se constituiría en una
fortaleza del movimiento comunista mundial. El camino era claro para
Lenin, aunque no exento de riesgos, pues sabía que lo acusarían
personalmente de ser un agente de Alemania y que así se intentaría
enajenar tanto al proletariado ruso como al alemán respecto a los
bolcheviques, por ello se ocupó de aislar a Parvus y explicar
claramente lo que se hallaba en juego en la cuestión de la guerra,
declarando que estar por la guerra era estar con la burguesía, fuere
voluntaria o involuntariamente, y sólo el partido que hiciese suya
la causa contra la guerra podía llamarse revolucionario, así pues
era poco relevante si la revolución en Rusia beneficiaba
momentáneamente al imperialismo alemán si con ello se beneficiaba
la revolución mundial a mediano y largo plazos.
Lenin entonces
regresa a Rusia y busca enderezar la política bolchevique, lo cual
le toma cierto esfuerzo, pues sus partidarios no han logrado hilar la
trama que se está desarrollando en torno al doble poder
Soviet-Gobierno provisional, que se ha conformado. Además, las
banderas revolucionarias pequeñoburguesas de los SR e incluso los
“trudoviques” y los “Kadetes” son lo suficientemente
ostentosas para embelesar a las masas, esto desmoraliza a los
bolcheviques de filas. Pero Lenin se mantiene firme y confía en que
la política en que se ha embarcado el Gobierno provisional burgués
no podrá mantenerse por más tiempo, pues su alianza real no es con
el pueblo ruso sino con el imperialismo nacional y extranjero, y por
tanto, solamente puede dar largas a las masas respecto al fin de la
guerra. Lenin ha llegado a la conclusión de que las masas estarán
dispuestas a luchar por la paz, e incluso que tomarán las armas
para luchar por la paz. Hasta los bolcheviques leales vacilan
frente a esto, pero pronto se dan cuenta que Lenin tiene razón, el
poderío analítico de Lenin está por rendir sus mayores frutos.
Un obstáculo se
alzará, sin embargo frente al bolchevismo, las masas se adelantan a
los sucesos y se lanzan a la toma del poder en julio de 1917, nadie
lo había previsto, pero una vez comenzada la movilización los
líderes bolcheviques se tienen que poner al frente de la
insurrección. La derrota se precipita, las masas son dispersadas
por la tropa y Lenin tiene que refugiarse en Finlandia. Aún no se
ha producido la división política en el seno del ejército. El
ejército ruso tiene por base al campesinado y la oficialidad son los
nobles. Lenin ha indicado que se tiene que pasar a las tropas a la
causa proletaria, lo que demanda una férrea actividad de los
agitadores y lanzar la consigna adecuada en el momento adecuado,
cuando el campesinado que está detrás del ejército se oponga
abiertamente al Gobierno.
Pese a esta
derrota, Lenin no se amilana, hace gala de su terquedad
característica y en el momento en que muchos pensarían en la
derrota final del bolchevismo, Lenin traza la estrategia para tomar
el poder.
Hacia
octubre-noviembre, la crisis del Gobierno es franca, ya no se puede
sostener el frente de combate. El “trudovique” Kerenski es
nombrado primer ministro de la república. Lenin advierte que se
trata de una crisis terminal y que la concesión del cargo a un
“socialista” es sólo una jugada más de los burgueses kadetes.
Pese a su apariencia de fuerza, piensa Lenin, el Gobierno se
desmorona, y con él la república burguesa. La insurrección
monarquica de Kornilov le revela los últimos detalles de la trama:
es el momento de tomar el poder. Los soviet deben remplazar al
Gobierno provisional. El momento era más que propicio y se requería
un golpe de audacia antes de que la oportunidad se perdiera. Lenin
convenció a los dirigentes del partido y sólo tuvo que enfrentar la
oposición de Zinoviev y Kamenev.
Se pasa entonces a
la acción, el partido bolchevique o ala izquierda del POSDR logra
coaligar a los cuerpos de ejército más revolucionarios. Y con ellos
lanza el asalto en noviembre de 1917. Los guardias rojos (milicia
obrera bolchevique) y las tropas revolucionarias se lanzan a tomar
los puntos claves de Petrogrado, otro tanto se replica en Moscú y en
otras ciudades. Kerenski se da a la fuga, más tarde intentará
recuperar el poder, pero su intentona se coronará con el fracaso.
Petrogrado y el gobierno quedan en manos de los bolcheviques. Días
más tarde se produjo el congreso de los soviet, Lenin los ha
recibido con un hecho consumado, los SR de izquierda terminaron por
aliarse con los bolcheviques y aceptaron formar parte del nuevo
gobierno. El mundo despierta con un nuevo poder que no procede del
mundo burgués: la República Socialista Federal de los Soviet de
Rusia (RSFSR).
La nueva república
pasa rápidamente a los hechos, haciendo público su rechazo a la
guerra mundial, y comenzando la expropiación de las principales
ramas de la economía. Pero, como era de esperarse, las potencias
imperialistas no tomaron en serio la posición de los bolcheviques,
confiando en la próxima caída del poder y el entronizamiento de una
coalición reaccionaria que empezaba a formarse entre los
monárquicos, los kadetes y los SR de derecha. Pero Lenin sabía que
la alianza entre el nuevo poder y el pueblo sería indisoluble, pues
al aceptar el programa agrario de los SR el partido bolchevique,
ahora Partido Comunista, se convertiría en el único garante del
reparto agrario frente a la coalición reaccionaria. Los hechos
demostraron las previsiones de Lenin. La tierra entregada a los
campesinos garantizó la lealtad del ejército campesino de Rusia y
enajenó a los reaccionarios, cuyo interés primordial era
precisamente la usurpación de las tierras de los campesinos y con
ellas de la fuerza de trabajo de la población rural.
A la cuestión de
la guerra, Lenin lanza la iniciativa de firmar la paz separada con el
imperio alemán, lo que genera encono desde la izquierda y la
derecha, incluso al interior del grupo bolchevique. La izquierda
quería continuar la guerra, pues creía que había que “acudir en
ayuda de los comunistas alemanes” que en ese momento estaban en
plena revolución, y la derecha quería mantener el estado bélico
por cuenta del nuevo poder. Lenin respondió a los izquierdistas que
la debilidad de la Rusia soviética era tal que eran incapaces de
ayudar a los revolucionarios alemanes y que su intervención de hecho
sería más perjudicial que benéfica. A los derechistas los tachó
de meros chovinistas que buscaban encadenar a los comunistas al carro
de la guerra como lo habían hecho con el Gobierno provisional. Las
largas a la firma de la paz resultaron extremadamente costosas y
acabaron por ocasionar la pérdida de Ucrania, de modo que la
posición de Lenin acabó por afirmarse.
Una vez que terminó
la guerra comenzaron a formarse las bandas armadas
contrarrevolucionarias (Yudenich, Kolchak, Denikin, la brigada
checoslovaca) y se produjo la intervención extranjera (invasión
inglesa, francesa, estadunidense y japonesa), pero aunque los
comunistas perdieron grandes extensiones de territorio, en realidad
su base no era realmente débil, pues nunca perdieron los grandes
centros de población y aún en la retaguardia mantuvieron siempre
posiciones más o menos sólidas.
Para 1919, con
altibajos, la situación se había volcado en favor de los
comunistas. Los restos de las fuerzas reaccionarias languidecían,
pese al apoyo material de las potencias y sólo el frente del general
Wrangel en Ucrania resistía. Francia, en su empeño por destruir el
poder soviético instigó la invasión de Rusia por Polonia en 1920,
recién independizada del imperio ruso y gobernada por el dictador
Pilsudski. La guerra comenzó con el avance de los polacos, que fue
derrotado, los soviéticos avanzaron entonces y lograron alcanzar las
afueras de Varsovia, pero fueron derrotados y hubo de pactarse el
armisticio. Nadie ganó, pero el poder soviético sobrevivió y aún
con la derrota de Varsovia se consolidó como un Estado en toda
regla, los imperialistas habían subestimado a los comunistas,
creyéndose su propia propaganda.
Lenin demostró en
estas circunstancias su carácter de verdadero estadista, comprendió
claramente que la alianza de los imperialistas y la reacción rusa
era débil, pues sus intereses divergían. Los imperialistas
buscaban mantener a Rusia en la guerra y los reaccionarios carecían
de autoridad para imponerla, los polacos no podían simpatizar con
sus antiguos opresores nobiliarios rusos de la reacción, las mismas
potencias estaban divididas, Francia quería recuperar el dinero
prestado al zar e Inglaterra quería comerciar con el poder
soviético. Finalmente, cada caudillo de la reacción quería ser un
pequeño zar, hostil a los otros de su calaña, a los polacos e
incluso a los extranjeros. Tal frente, según Lenin, no podría
mantenerse frente a los comunistas. Nuevamente el desarrollo de los
hechos le dio la razón.
Para el año 1921,
las amenazas militares a la Revolución estaban prácticamente
liquidadas, las tareas se desplazan de la derrota militar de los
contrarrevolucionarios a la consolidación del naciente Estado
soviético y a la reorganización de la economía. Las tareas son
inmensas, las secuelas de la guerra mundial y de la guerra civil son
desastrosas, el país ha sido arrasado varias veces, los campesinos
perdieron sus cosechas o trataron de esconder lo que podían. Las
fábricas estaban destruidas y las materias primas escaseaban. El
hambre cundió en 1921, millones de muertos quedaron como saldo y la
situación se tornó apocalíptica. Durante la guerra se había
adoptado una política de requisas del grano escondido por los
campesinos, y se incrementaron los precios de los escasos productos
industriales, a esta política se le denominó “Socialismo de
Guerra”. Pero en 1921 esta política se tornó insostenible, era
necesaria una orientación nueva a fin de que el poder soviético no
se derrumbara en medio de su triunfo.
La solución
adoptada por los dirigentes encabezados por Lenin fue la restauración
de relaciones económicas de corte capitalista, aunque manteniendo
los bancos, el comercio exterior y las principales industrias en
manos del Estado. El objetivo trazado fue asegurar el monopolio del
poder en manos del Partido Comunista, mientras se liberaban controles
sobre la economía y el comercio, permitiendo que la iniciativa de
los pequeños productores y comerciantes supliera la debilidad de los
soviet en el terreno económico. Se trató de un trueque: la
microeconomía por la política. Al menos por un tiempo el
equilibrio podría mantenerse. Este periodo se conocerá como NEP
(Nueva Economía Política). Y efectivamente, la economía
experimentó una recuperación rápida y sostenida. Se suele
atribuir esta recuperación solamente al restablecimiento del
comercio y la producción burguesas, como si el capitalismo por sí
mismo fuera siempre progresivo, y se olvida la otra parte de la
ecuación, o sea el monopolio que el Estado soviético mantuvo sobre
bancos y grandes industrias así como del comercio exterior, lo que
limitó la anarquía propia del capitalismo, ya que dichos monopolios
se ejercieron efectivamente y no a la manera de los monopolios
burgueses, que carecen de una base realmente nacional y obran
aumentando en los hechos la anarquía de la producción.
Las tareas de la
reconstrucción nacional son duras en todos los terrenos, además,
hubo de enfrentarse la emergencia de las pugnas nacionalistas entre
las nacionalidades del antiguo imperio ruso, durante la guerra se
habían escindido Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, y Polonia;
en Ucrania había grupos separatistas así como en Georgia, y el
Turquestán ruso. La respuesta fue la creación de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922.
Hacia fines de 1922
Lenin se halla físicamente agotado, las agotadoras jornadas de
trabajo y la tensión de los acontecimientos le han minado la salud,
por si fuera poco en 1918 sufrió un atentado perpetrado por una
terrorista de izquierda que le disparó dos balazos, uno de ellos se
alojó en el cuello de Lenin y la bala nunca pudo serle extraída.
Este año Lenin se colapsa, sufre un ataque cerebral que le paraliza
medio cuerpo, se recupera y vuelve al trabajo, pero luego recae y
vuelve a sufrir un ataque que lo paraliza completamente, permanecerá
así hasta su muerte en 1924.
El final de Lenin
está marcado por la decepción, pues la Unión Soviética se va
sumergiendo en la burocratización y el nacionalismo ruso, Lenin
muere en el combate contra estas tendencias, sus últimas batallas
las sostiene en la defensa del monopolio estatal del comercio
exterior, frente a las vacilaciones de los otros líderes
bolcheviques, en el incremento y mejora de los mecanismos de
supervisión del estado, en la defensa de los derechos de las
nacionalidades no rusas, concretamente en el caso de Georgia y en la
reorganización del poder central del partido.
El legado de Lenin
es cuantioso por lo que importa al momento actual. La valoración de
las tareas revolucionarias hecha por Lenin es el producto del estudio
cuidadoso de las contradicciones del capitalismo en su etapa
terminal, imperialista. El ascenso del imperialismo, las luchas
coloniales y el desarrollo del Estado, son todos elementos centrales
en la formulación del marxismo de Lenin que lo convierten en el
sucesor de Marx y Engels.
En la época de
Lenin el marxismo como teoría revolucionaria había sido declarado
como una teoría rebasada por la realidad, y se le confinaba a ser el
dogma de grupos marginales y la materia de los pomposos discursos de
burócratas socialdemócratas. Salvo unos cuantos adeptos tachados
de fanáticos, el marxismo no gozaba de mayor influencia. Pero Lenin
cambiará la situación a lo largo de su vida. Su obra lo va
reflejando claramente cuando en la lucha contra las distintas
tendencias del movimiento obrero va desbrozando el camino a la
fundamentación teórica de la estrategia revolucionaria en la
situación concreta de su época. Lenin ve claramente que el
capitalismo ha sufrido una transformación fundamental y que ahora su
forma económica principal es el monopolio, de lo cual se desprende
que toda lucha que no tenga por objeto el poder estatal está
condenada a fracasar, pues la naturaleza de la economía y la
política es tal que los esfuerzos parciales acaban por revertirse en
beneficio de la clase capitalista dado su control de los medios de
producción a una escala planetaria.
Mientras la mayoría
de los marxistas habían dado por sentado que no verían en vida la
revolución socialista, e incluso los más revolucionarios no eran
capaces de ver las tareas a realizar, Lenin estaba bien claro de las
tareas y de las posibilidades que la guerra abría para la lucha
socialista. Estaba convencido de que no cualquier momento, por
álgido que fuese, sería una oportunidad revolucionaria, era
necesaria la crisis general representada por la guerra imperialista
la que abriría una brecha a través del bloque del imperialismo que
tendría que aprovecharse al máximo. Rusia y no la Europa
occidental desarrollada era el país que reunía en un solo punto las
contradicciones del momento revolucionario mundial. Llevar adelante
la revolución en Rusia era llevar adelante la revolución mundial.
Por ello era pura pedantería académica ponerse a discutir sobre la
revolución europea en el momento en que los procesos revolucionarios
en la propia Rusia eran el problema principal.
Naturalmente, Lenin
consideraba que para consolidarse el socialismo en el mundo era
necesario que se consolidara al menos en algunos de los principales
países imperialistas, pero eso no significaba que Europa occidental
o los EU fueran necesariamente los primeros países que debían pasar
al socialismo. Para Lenin no se trataba definitivamente de cuestiones
esquemáticas dictadas desde un escritorio, sino del movimiento vivo
de las masas en todo el mundo.
Y, finalmente,
Lenin previó genialmente el movimiento anticolonial que sacudiría
al mundo en las décadas que siguieron. La revolución soviética
liberó las nacionalidades aplastadas por el imperio ruso, y la
agitación de las naciones colonizadas comenzó a extenderse por
Asia, a este impulso se reanimaría el movimiento en la inmensa
China, en la India, en Indochina, Próximo oriente etc. Esta cadena
de revoluciones sacudió hasta el último rincón del planeta y formó
cientos de naciones nuevas.
El legado de Lenin
está lejos de haber sido apreciado en su amplitud y sus alcances. En
Lenin se encuentra por primera vez desde Marx, la concepción más
amplia sobre las tareas de la revolución socialista en el marco
concreto de la lucha de clases a escala nacional y mundial. Para
Lenin era impensable concebir la lucha socialista aislada de la lucha
política en general, la disciplina nada tenía que ver con la lógica
de secta a la que eran (y son) tan afectos ciertos círculos. La
lucha de Lenin se movió siempre en el combate a los dos extremos de
las desviaciones proletarias, a saber, el sectarismo de círculo y el
oportunismo, o sea, el considerar que la disciplina proletaria es
sacrificable a determinados objetivos parciales.
Para Lenin siempre
fue fundamental el reconocimiento de la lucha que tiene lugar entre
las propias formaciones de izquierda y revolucionarias, haciendo
patente que los partidos proletarios no siempre asumen las posiciones
del proletariado o bien acaban asumiendo los intereses inmediatos y
desechan sus intereses a largo plazo, o sea, terminan oponiendo la
lucha por reformas y pequeñas mejoras en el nivel de vida de los
trabajadores con la lucha por el socialismo, cuando en la realidad
ambas reivindicaciones forman parte de una misma lucha de las mismas
clases trabajadoras. La lucha por el socialismo comienza, de hecho en
las propias formaciones de izquierda, continúa en el partido
proletario y sólo cuando esa lucha se ha resuelto en lo fundamental
puede pensarse en la toma del poder. No en todos los países se ha
verificado tal secuencia, pero tarde que temprano las cuestiones
teóricas y prácticas terminan por encontrarse y entrar en una
cadena de contradicciones cuya resolución es una necesidad.
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