lunes, 7 de junio de 2010

La descomposición del capitalismo

A partir del estallido de la primera guerra mundial, en 1914, el capitalismo, entendido como un régimen mundial o sistema, experimentó su última transición de largo alcance, configurándose en lo que se denomina Capitalismo Monopolista de Estado, o CME; el capitalismo en esta etapa de su desarrollo se integra con un grupo de grandes consorcios trasnacionales que se hallan en lo alto de la estructura económica; aunque esto no significa que las formas anteriores del capital hayan dejado o puedan dejar de existir, pues se observan aun en la actualidad formas tan atrasadas como el trabajo a domicilio o los pequeños negocios familiares, y en muchas partes del mundo perviven incluso formas precapitalistas de producción. Sin embargo, aun las formas más atrasadas de economía están bajo la tutela de las grandes corporaciones, que se sirven de ellas para vender sus productos y para amortiguar los golpes de las crisis.

En los medios cercanos al pensamiento liberal suele creerse que el modo capitalista se halla en una curva ascendente más o menos constante, y que las crisis son meros episodios debidos al manejo deficiente de algunos administradores ineptos o truhanes, que realizan maniobras financieras poco afortunadas. No hay rastro en este análisis de la crisis de largo alcance que el capitalismo manifiesta desde 1914-18, pues los nuevos productos, las recientes industrias y las ciudades nuevas de Asia, sobre todo de China, les parecen evidencia suficiente de que el capital mundial va en ascenso histórico.

Pero basta contraponer la realidad de miseria de millones alrededor del planeta, la devastación ambiental y las guerras presentes y las que se fraguan, para tener evidencias de la naturaleza de la crisis sistémica por la que atraviesa el sistema económico mundial desde hace casi cien años, y que es una crisis terminal.

Esto no quiere decir que el capitalismo está próximo a un “derrumbe” catastrófico, sino que sus contradicciones se van haciendo más acuciantes y reclaman más recursos para irse sobrellevando. O sea, que se requieren cada vez más sacrificios humanos para el Moloch del imperialismo como condición de sobrevivencia del régimen en su conjunto, lo que induce una creciente anarquía social a cambio del mantenimiento de un orden relativo al interior de la producción capitalista.

La riqueza acumulada en algunos lugares del planeta se paga con la miseria creciente de vastas regiones, haciendo que la lucha por la vida sea más desesperada; la abundancia capitalista no significa una abundancia real, esto significa que hay más mercancías, pero no significa que las necesidades de millones de seres humanos estén satisfechas.

El reto de las fuerzas democráticas del mundo consiste precisamente en dar paso a la construcción de un régimen socioeconómico que termine con la devastadora anarquía del capitalismo y la remplace por la cooperación de productores libremente asociados para producir aquello que sea realmente necesario.