martes, 18 de junio de 2013

Lecciones de la historia para el movimiento obrero




Es frecuente escuchar que la historia está llena de paradojas, y en más de un sentido esto es cierto. Frecuentemente también el ser humano enfrentado a estas paradojas reacciona en forma opuesta a lo que es de esperarse.

El movimiento obrero tiene ya más de 150 años de haber iniciado su revolución, y a muchos sorprende que “aún” no haya conquistado el poder, luego entonces, se afirma que las previsiones de Marx y Engels no se han cumplido. ¡Cómo si tales previsiones estuvieran plasmadas en un calendario! Esto no quiere decir que los objetivos del socialismo tengan que dejarse a la espontaneidad de una especie de dios al que llamamos Historia y que por sí misma alumbrará a la revolución, traerá el socialismo y liberará a los pueblos.

Nada más lejos a esto que la realidad. Marx y Engels fueron suficientemente claros al respecto. Si algunas veces esperaron la revolución en determinados plazos, como fueron los casos de Alemania y Rusia, no les faltó razón al creer que ahí tendrían lugar revoluciones de la más vasta escala, y la historia les dio la razón, la revolución mas grande que esperaban en Rusia desde los 1880s finalmente estalló en 1905 y triunfaría en 1917. La revolución que esperaban en Alemania estalló en 1918, pero se saldó con una derrota de los revolucionarios.

Así ocurre en la historia, el débil, minoritario y semi-asiático proletariado ruso triunfa en una sangrienta guerra civil frente a enemigos mucho más poderosos, mientras el potente, culto y organizado proletariado alemán se hunde frente a las fuerzas de la reacción en el momento más revolucionario desde 1848.

Según los críticos menos avezados del marxismo, esto basta para afirmar que las teorías de Marx y Engels han sido refutadas. Pero lo único que demuestran los críticos con estos “descubrimientos” es demostrar la franca ignorancia que tienen del método del marxismo.

Para el marxismo no existe nada parecido a una predeterminación de los resultados de determinados procesos históricos, no existe una fatalidad que determine el resultado de una lucha entablada entre clases antagónicas que se baten por el control de la sociedad. Cuando el antagonismo entre bloques históricos llega a la confrontación definitiva en el terreno del poder político, o sea, del Estado, la situación sólo puede resolverse por la violencia, que puede ser civil o armada y que puede desembocar en la guerra abierta, pero ciertamente se resuelve en el sentido de quién tiene el poder y quien lo pierde. Y en el marco de esta lucha, el resultado puede variar enormemente, ya que va a depender de una gran cantidad de factores: la preparación político-militar de los contendientes, las alianzas internas y externas de las clases, la organización de sus partidos, el talento y la capacidad de sus líderes, la riqueza relativa del país y de la región, el estado de la ciencia y la tecnología, la situación internacional, entre otros, y, finalmente una porción de factores incontrolables que pueden llegar a inclinar la balanza de un lado u otro.

Como se puede ver, nada más ajeno al marxismo que la predeterminación del resultado de una contienda histórica entre clases sociales antagónicas. En esto reside el poder analítico del marxismo y su superioridad sobre las ideas burguesas acerca de las revoluciones sociales, que confieren a los líderes el papel preponderante y miran a las clases como meras portadoras de la fatalidad histórica. Resulta que son más bien los teóricos burgueses los que cometen los pecados que achacan al marxismo.

El proletariado tiene que avanzar seguro hacia la lucha por sus intereses, que lo logre es y debe ser una tarea de los marxistas en toda circunstancia.

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