sábado, 25 de mayo de 2013

¿Por qué Lenin?



Han pasado ya casi 89 años del deceso del fundador de la URSS, Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin. La URSS no existe más, y el comunismo dejó de ser la fuerza hegemónica en Europa oriental y Asia. Sin embargo, el legado de Lenin continuará en discusión aún por largo tiempo. No es para menos, la revolución socialista liderada por Lenin ha sido el momento más revolucionario de la historia mundial y los efectos de ella se dejaron sentir en todo el mundo.

¿A qué se puede atribuir esta dimensión de la revolución de 1917? Hay que recordar que la Rusia de principios de siglo no era un país desarrollado, se trataba de una monarquía semi-feudal que apenas en 1861 había realizado una reforma agraria parcial dirigida por la misma aristocracia zarista. El capitalismo en Rusia tiene este punto de partida y se desarrolla vigorosamente desde entonces, sobre todo en las grandes ciudades, donde se fundan grandes centros industriales, empresas, etc.

Pero el mundo rural ruso sigue bajo el control de la nobleza y sólo con lentitud se abren paso el comercio y el capital. Pero igualmente el capitalismo hace progresos en el campo. Rusia llega al siglo XX como un país atrasado y campesino en el que existen grandes complejos industriales.

Las transformaciones económicas en el sentido capitalista, sin embargo, no llegan a producir una clase capitalista independiente, que desarrolle sus intereses políticos de manera independiente al zarismo. Los capitalistas rusos vieron la luz como excrecencias de la aristocracia de la tierra, con la cual siempre estuvieron fusionados, de manera que los intereses propiamente burgueses en Rusia acabaron por ser representados por las capas pequeñoburguesas e intermedias que veían con desagrado las trabas feudales al desarrollo burgués y padecían el despotismo en cada esfera de la vida civil.

Esta situación intermedia de la Rusia zarista, a caballo entre la Europa imperialista y el Asia precapitalista creó y tenía que crear un régimen político y social que reunía en sí mismo todos los géneros de opresión y ninguna de las libertades inherentes a los otros regímenes con los que compartía fronteras.

Ya Marx y Engels habían advertido las contradicciones que sacudían al inmenso país de los zares, y casi cada año desde 1870 esperaban que estallase ahí la revolución. No tuvieron oportunidad de verlo, la revolución terminó por estallar en 1905 y fue el mayor estallido en el mundo desde la Comuna de París de 1870. Si bien la revolución fue un movimiento espontáneo que enfrentó a las masas hambrientas con el régimen, ya en ella se hicieron presentes los movimientos y partidos que se verían las caras de nuevo en 1917.

Precisamente en 1870 nace Vladimir Ilich Lenin, en una familia que ha ascendido en la escala social gracias al trabajo de su padre Ilya, cuya labor en la organización de centros de educación le valió una condecoración que lo ascendió al carácter de noble. Lenin, pues, pertenecía a la nobleza regional y como tal recibió una educación apropiada, al igual que sus hermanos. Su hermano mayor Alexander se educó en las ciencias naturales y todo indicaba que se convertiría en un científico o un profesor. No obstante, terminó por involucrarse con los grupos revolucionarios que buscaban dar muerte al zar en nombre de la libertad del pueblo. Ya en 1881 un zar había caído por las balas de los terroristas de izquierda de “La Voluntad del Pueblo”, ¡ y eso que se trataba del zar “reformista”!

Alexander fue, sin embargo arrestado y llevado a la horca, pero en todo momento se negó a pedir perdón aunque su condición de noble le permitía ciertas prerrogativas. Muere finalmente ajusticiado, lo que lleva a la familia Ulianov a padecer el señalamiento público. Lenin quedaría profundamente afectado por esta serie de eventos. Mucho se ha discutido sobre si esto lo condujo a la senda revolucionaria, pero es poco probable, ya que Lenin por entonces ya era más radical que Alexander aunque no era aún marxista.

Lenin se aboca al estudio pero su participación en la agitación estudiantil en la Universidad de Kazán le valen la expulsión, ha de marchar a San Petersburgo y estudiar por su cuenta para presentar exámenes finales a fin de titularse, lo que logra y entonces busca colocarse como abogado. No obstante, para entonces es ya un marxista formado y ha entrado en contacto con los grupos revolucionarios de San Petersburgo, que realizan reuniones semiclandestinas para discutir sobre la teoría marxista y la táctica de los revolucionarios en Rusia, ahí conoce a la que será su esposa, Nadezhda Krupskaya. Lenin ya es reconocido por los estudios que ha realizado sobre la economía rusa y las teorías que se están proponiendo para explicar el desarrollo que se ha observado desde la reforma de 1861. Estas obras siguen siendo estudiadas hasta la fecha presente, sobre todo se trata de Contenido económico del populismo, ¿Quiénes son los “amigos del pueblo”?, y Sobre el problema de los mercados, entre otras obras, que dan ya cuenta de la capacidad analítica del joven Lenin (tiene 23 años) y el vasto conocimiento que tiene de la obra de Marx así como de los autores populistas rusos y de los precursores europeos de éstos.

Pero el joven Lenin no emprende una labor académica en la economía política, sino que entra en la polémica que sostienen los teóricos revolucionarios acerca de la evolución del capitalismo ruso y de los caminos para la política revolucionaria en Rusia. Algunos autores sostenían que el desarrollo del capitalismo era irrefrenable y que por tanto no quedaba más que esperar a que la mera deriva capitalista fuera acompañada por un correspondiente desarrollo político en dirección de la democracia burguesa. Estos teóricos eran los liberales burgueses y los llamados “marxistas legales”, los liberales tenían a su máximo representante en el literato Tugán-Baranovski y los “marxistas legales” en Piotr Struve. Estos teóricos descendían hasta la apología del capitalismo, basándose exclusivamente en el ejemplo de Europa occidental.

En el otro extremo se encontraban los distintos grupos y fracciones del populismo, los populistas consideraban, por el contrario que el capitalismo carecía de raíces en Rusia, y que por ello terminaría declinando hasta desaparecer o bien hasta quedar en un estadio estacionario en el que no podría representar un papel decisivo en la economía y que las promesas de democracia y libertades burguesas no podrían materializarse por la vía del desarrollo burgués, sino por la movilización de las masas campesinas. El populismo surgió de las capas campesinas “liberadas”por la reforma de 1861, aunque sus representantes teóricos eran literatos y economistas provenientes de la pequeña burguesía radical de las ciudades. El primer populismo era un movimiento revolucionario que buscaba el derrocamiento del zarismo y la organización de una economía socialista campesina que remplazase al capitalismo. No obstante, los populistas contemporáneos de Lenin eran meramente los restos de aquél gran movimiento popular, eran, como podría haberlo dicho Marx, los albaceas testamentarios; y sus posiciones habían evolucionado francamente al liberalismo, contemporizando abiertamente con las reformas “desde arriba”.

A pesar de eso, los populistas siguen representando el pensamiento avanzado en Rusia y Lenin va a romper lanzas contra ellos. Sus textos se dirigen tanto contra la apología del capitalismo, o sea, contra los marxistas “legales”, como contra el rechazo a secas de todo lo progresivo que implica el capitalismo, o sea, contra los populistas. A unos los rebate argumentando que el puro desarrollo económico por la vía capitalista no implica la evolución a formas de vida democráticas, ni siquiera en el sentido burgués. A los segundos les replica que la misma economía campesina avanza por la senda del capitalismo, aunque lo hace de manera lenta y tortuosa, y que hablar de un socialismo campesino sobre esta base es mera ilusión, pues el desenvolvimiento de un modo de producción como el capitalismo no puede ser frenado desde el propio modo de producción en tanto la propiedad de los medios de producir sigan en las manos de las mismas clases explotadoras.

Así, Lenin rebate a los extremos teóricos que proponen “alternativas” para el capitalismo y que no se detienen a explicar primero cuál es la naturaleza real del proceso que está transcurriendo, a descubrir las contradicciones del desarrollo y las verdaderas vías abiertas para la política revolucionaria.

Será Lenin quien realice esto, a ello dedicará su trabajo en los siguientes siete años, incluso en el destierro en Siberia y luego en el exilio; a los que fue condenado por su labor revolucionaria.

Las obras de Lenin, “El desarrollo del capitalismo en Rusia” y “La cuestión agraria y los 'críticos' de Marx” (1899-1900) van enfocadas a ese objetivo. Aquí fundamenta con una profusa estadística y un concienzudo análisis las tesis vertidas en sus obras de crítica al populismo y al “marxismo legal”. Con justicia se puede decir que la obra de estos años será la base teórica sobre la que cimentará toda la línea política que seguirá en el movimiento revolucionario de los años futuros.

El siguiente punto álgido en la carrera de Lenin será el proceso de organización del partido revolucionario, para ello se requería coaligar a la gran cantidad de pequeños círculos marxistas en una única organización. El eslabón fundamental en ese momento era el grupo de Plekhanov, Emancipación del Trabajo, que estaba en el exilio, pero que mantenía su prestigio dentro y fuera de Rusia, y representaba al marxismo ruso frente a la II Internacional, la asociación de los partidos socialistas de Europa. Lenin mismo era un admirador de Plekhanov, su obra había influenciado directamente la obra de Lenin, pero Plekhanov empezaba a anquilosarse y cada vez desconfiaba más de las noticias sobre el ascenso del movimiento popular en Rusia; a él, el socialismo le parecía cada vez más lejano y más ideal, más lejano de la política concreta de los movimientos revolucionarios. El choque con Lenin era entonces inevitable.

El naciente partido revolucionario de Rusia se dividió en su mismo origen en varias fracciones, el motivo de la división residió en las cuestiones de organización, los grupos no tenían la misma visión en torno a la línea de la política a seguir y por tanto de cómo debía organizarse el partido, aunque en principio todos estaban de acuerdo en la necesidad de un partido único para los revolucionarios rusos.

Desde un comienzo, Lenin abogó por una organización centralizada y disciplinada, que fuera capaz de luchar contra el zarismo a la cabeza de la clase obrera. Lenin era enfático en señalar que al no haber en el imperio ruso tradiciones democráticas la lucha tendría que desarrollarse de manera diferente que en los países más avanzados. Pero también sostenía, y esto es lo crucial, que la lucha socialista en Rusia tenía más posibilidades que en Europa occidental y los EU, el tiempo le daría la razón.

El ala derecha del movimiento revolucionario sostenía por el contrario que precisamente debido al atraso de Rusia, las transformaciones democráticas eran indispensables y era tarea de los revolucionarios luchar por esas reformas, y que por tanto, el partido debía ser una organización de masas más o menos abierta a los movimientos sindicales y campesinos, de manera que tuviera el mayor alcance aún a costa de la disciplina. Ya desde este momento se perfilaron las tendencias reformistas y conciliadoras de los derechistas, que después serían llamados “mencheviques”, al quedar en minoría en el segundo congreso del partido en 1903.

Los partidarios de Lenin pasaron a llamarse “bolcheviques” o mayoritarios, aunque esta ventaja fue efímera, los nombres perduraron y hasta la fecha se conservan como denominaciones para el ala derecha y ala izquierda del movimiento comunista. No obstante la división, ambas alas se siguieron considerando partes integrantes del mismo partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), y lucharon encarnizadamente por controlar su dirección y su periódico.

A partir de entonces, Lenin no cejará en la lucha contra los mencheviques, a los que considera como elementos extraños a la lucha obrera incrustados en el partido, representantes de la pequeña burguesía y, por tanto, de los intereses de la gran burguesía, aunque por sus intenciones aparezcan como defensores de la causa proletaria. Por tanto, los mencheviques se convierten en servidores involuntarios de la política burguesa.

Lenin se dedica aguerridamente a combatir las desviaciones mencheviques, que se vuelven un peligro cada vez mayor en tanto el movimiento popular en el imperio se va recrudeciendo hasta que estalla en la revolución de 1905, que se produce tras la desastrosa guerra con el Japón. El hambre y la miseria campeaban y una manifestación se organizó para hacer una petición al zar. Fue organizada por un religioso de nombre Gapon, que, como se sabría después, era agente de la policía, informante y organizador de sindicatos policiacos. Con todo, la manifestación era una legítima movilización de las masas y por ello despertó el miedo y la ira del zar y sus generales de manera que la represión no se dejó esperar, hubo muchos muertos y heridos. Gapon huyó al extranjero (más tarde se entrevistaría con Lenin y otros líderes en el exilio). Pero la insurrección creció, los grupos de trabajadores se organizaron en soviet o consejos, en los que se aglutinaban las fuerzas revolucionarias en cada localidad, industria, etc. El más importante era el de San Petersburgo, cuyo dirigente más importante era Trotsky, otrora discípulo de Lenin y ahora ferozmente enfrentado a él.

Sin embargo, las fuerzas del zarismo se reorganizaron, mientras que los grupos revolucionarios carecían de la experiencia y los cuadros preparados que pudieran volcar la situación en su favor. Además, muchos de sus líderes aún no regresaban del exilio, el mismo Lenin con dificultades logró ingresar en 1905, pero el desarrollo del partido era exiguo, ni sus cuadros ni sus militantes habían resuelto las grandes cuestiones de la lucha de clases y no estuvieron en condiciones de elaborar las consignas adecuadas en los momentos adecuados, en pocas palabras, no estaban capacitados para diferenciar las etapas de la revolución y las tareas de cada una de ellas.

Lenin se ve obligado a volver al exilio en 1907, no volverá a Rusia hasta diez años después ya en plena revolución de 1917.

A pesar de la derrota, y la crisis subsiguiente que sufrirá el movimiento, las lecciones de 1905 serán en extremo valiosas, y su mayor legado, la experiencia de la formación de los soviet, tendrá un papel crucial en el futuro 1917.

La represión será dura, fusilamientos, expulsiones, prisión y despidos, serán el destino de los alzados de 1905, se recrudecerán las razias anti-judías, los sanguinarios pogrom.

En el exilio las cosas eran también difíciles, los militantes desertaban por centenas y aún miles, la prensa revolucionaria prácticamente desapareció y las discusiones se agriaban con el sabor de la derrota. El mismo Lenin vive en la precariedad y va quedando aislado incluso entre los mismos bolcheviques, que con Bogdanov a la cabeza, se entregan a las polémicas filosóficas. Lenin se ve orillado a combatir estas desviaciones y elabora el libro Materialismo y empiriocriticismo (1908), donde condena resueltamente la conciliación con la filosofía burguesa que pretendían los seguidores de Bogdanov.

La crisis del movimiento ruso no está, sin embargo, sola, ya que conforme se aproxima la guerra imperialista europea, el movimiento internacional entra a su vez en crisis. La cercanía de la guerra empuja a los gobiernos imperialistas a presionar a todos los partidos a unirse a ellos con el argumento de la necesidad de la “unidad nacional”, formando bloques políticos que ahogaran la voz de los trabajadores y cargaran sobre ellos los costos de la guerra, costos que como se verá, serán monstruosamente elevados en vidas y recursos. Pocos partidos socialdemócratas resisten la ofensiva gubernamental, pues los años de paz han mellado sus organizaciones y la rutina parlamentaria ya ha adocenado a los líderes, que temen perder sus cargos y posiciones si se embarcaran en una lucha frontal contra el Estado.

Tras una breve lucha, casi todos los partidos de izquierda claudican en las vísperas de la guerra, Lenin y los otros revolucionarios verdaderos (Luxemburg, Pannekoek, Liebnekcht se baten desesperadamente apelando a las resoluciones del congreso socialista de Zimmerwald, pero la bancarrota es inminente, y la clase obrera europea es entregada atada y amordazada a los imperialistas. La guerra inflama la vena patriótica de las masas, incluso de muchos proletarios, y los líderes de los partidos socialistas que han contemporizado con la burguesía se ocupan alegremente de buscar justificaciones “proletarias” a la participación en la guerra. Lenin los denuncia como “social-chovinistas” o sea, socialistas de palabra y nacionalistas de hecho. En lo sucesivo, los partidarios de Lenin quedarán en minoría y forman coalición con los elementos minoritarios de otros partidos europeos que fueron marginados de las direcciones partidarias y de los parlamentos, pero que se mantuvieron firmes pese a todo.

En Rusia, mientras tanto, conforme la guerra se recrudece, la realidad del atraso económico y cultural del país va cobrando su factura y pese a los primeros triunfos frente a los austriacos, se ve obligada a perder posiciones y su línea de combate se va desmoronando frente a los alemanes, enfriando rápidamente los ánimos patrióticos de las masas, que ven cómo la guerra se prolonga y los mismos burgueses y terratenientes que la alentaron ahora vacilan y se dedican a enriquecerse con los créditos de guerra. El descontento crece día con día y la agitación revolucionaria encuentra cada vez más oídos atentos.

En el tercer año de la guerra la crisis hace explosión y la oleada revolucionaria se deja sentir en la capital como huelgas masivas de trabajadores a los que terminan por unirse las milicias de Petrogrado, el zar queda imposibilitado para gobernar y abdica en favor de su hermano, pero éste no pudo hacerse con el poder, de manera que se formó un Gobierno provisional dominado por la burguesía. Sin embargo, la presión de las masas tenía tal vigor que pronto se formaron soviet, como en 1905. En los soviet se agruparon los diferentes partidos revolucionarios y en lo sucesivo se convirtieron en un poder alterno al del Gobierno provisional, al grado que la coalición burguesa se vio obligada a ceder gradualmente poder al movimiento popular en la forma de carteras en el Gobierno para dirigentes de partido populista o “Socialista Revolucionario”, pero siempre manteniendo el control, intentando así apaciguar a las masas y al mismo tiempo mantener la política del zarismo, o sea, la participación en la guerra mundial y el consecuente sacrificio de los trabajadores.

Lenin, desde su exilio en Suiza se dio perfecta cuenta de esta situación y desesperaba por regresar a Rusia para poner en guardia al partido bolchevique, que a pesar de estar en minoría, podía voltear las cartas de la burguesía si maniobraba con habilidad. La respuesta a sus cuitas llega por un camino inesperado, cuando Parvus, antiguo revolucionario devenido en informante policiaco se pone al servicio del imperio alemán y convence al alto mando de que les conviene ingresar a los líderes revolucionarios mencheviques y bolcheviques en Rusia a fin de que triunfe el movimiento popular y se firme la paz separada entre Rusia y Alemania.

Lenin acepta el plan, aunque imponiendo condiciones, como la extraterritorialidad del tren en que habrán de ser trasladados a través de Alemania. Para Lenin es claro que aunque Alemania sería beneficiada temporalmente por la salida de la guerra de Rusia, esa ventaja se perdería pronto pues la guerra misma era un callejón sin salida, mientras que el triunfo de la revolución en Rusia significaría un salto adelante para la revolución en Europa y Asia; Rusia se constituiría en una fortaleza del movimiento comunista mundial. El camino era claro para Lenin, aunque no exento de riesgos, pues sabía que lo acusarían personalmente de ser un agente de Alemania y que así se intentaría enajenar tanto al proletariado ruso como al alemán respecto a los bolcheviques, por ello se ocupó de aislar a Parvus y explicar claramente lo que se hallaba en juego en la cuestión de la guerra, declarando que estar por la guerra era estar con la burguesía, fuere voluntaria o involuntariamente, y sólo el partido que hiciese suya la causa contra la guerra podía llamarse revolucionario, así pues era poco relevante si la revolución en Rusia beneficiaba momentáneamente al imperialismo alemán si con ello se beneficiaba la revolución mundial a mediano y largo plazos.

Lenin entonces regresa a Rusia y busca enderezar la política bolchevique, lo cual le toma cierto esfuerzo, pues sus partidarios no han logrado hilar la trama que se está desarrollando en torno al doble poder Soviet-Gobierno provisional, que se ha conformado. Además, las banderas revolucionarias pequeñoburguesas de los SR e incluso los “trudoviques” y los “Kadetes” son lo suficientemente ostentosas para embelesar a las masas, esto desmoraliza a los bolcheviques de filas. Pero Lenin se mantiene firme y confía en que la política en que se ha embarcado el Gobierno provisional burgués no podrá mantenerse por más tiempo, pues su alianza real no es con el pueblo ruso sino con el imperialismo nacional y extranjero, y por tanto, solamente puede dar largas a las masas respecto al fin de la guerra. Lenin ha llegado a la conclusión de que las masas estarán dispuestas a luchar por la paz, e incluso que tomarán las armas para luchar por la paz. Hasta los bolcheviques leales vacilan frente a esto, pero pronto se dan cuenta que Lenin tiene razón, el poderío analítico de Lenin está por rendir sus mayores frutos.

Un obstáculo se alzará, sin embargo frente al bolchevismo, las masas se adelantan a los sucesos y se lanzan a la toma del poder en julio de 1917, nadie lo había previsto, pero una vez comenzada la movilización los líderes bolcheviques se tienen que poner al frente de la insurrección. La derrota se precipita, las masas son dispersadas por la tropa y Lenin tiene que refugiarse en Finlandia. Aún no se ha producido la división política en el seno del ejército. El ejército ruso tiene por base al campesinado y la oficialidad son los nobles. Lenin ha indicado que se tiene que pasar a las tropas a la causa proletaria, lo que demanda una férrea actividad de los agitadores y lanzar la consigna adecuada en el momento adecuado, cuando el campesinado que está detrás del ejército se oponga abiertamente al Gobierno.

Pese a esta derrota, Lenin no se amilana, hace gala de su terquedad característica y en el momento en que muchos pensarían en la derrota final del bolchevismo, Lenin traza la estrategia para tomar el poder.

Hacia octubre-noviembre, la crisis del Gobierno es franca, ya no se puede sostener el frente de combate. El “trudovique” Kerenski es nombrado primer ministro de la república. Lenin advierte que se trata de una crisis terminal y que la concesión del cargo a un “socialista” es sólo una jugada más de los burgueses kadetes. Pese a su apariencia de fuerza, piensa Lenin, el Gobierno se desmorona, y con él la república burguesa. La insurrección monarquica de Kornilov le revela los últimos detalles de la trama: es el momento de tomar el poder. Los soviet deben remplazar al Gobierno provisional. El momento era más que propicio y se requería un golpe de audacia antes de que la oportunidad se perdiera. Lenin convenció a los dirigentes del partido y sólo tuvo que enfrentar la oposición de Zinoviev y Kamenev.

Se pasa entonces a la acción, el partido bolchevique o ala izquierda del POSDR logra coaligar a los cuerpos de ejército más revolucionarios. Y con ellos lanza el asalto en noviembre de 1917. Los guardias rojos (milicia obrera bolchevique) y las tropas revolucionarias se lanzan a tomar los puntos claves de Petrogrado, otro tanto se replica en Moscú y en otras ciudades. Kerenski se da a la fuga, más tarde intentará recuperar el poder, pero su intentona se coronará con el fracaso. Petrogrado y el gobierno quedan en manos de los bolcheviques. Días más tarde se produjo el congreso de los soviet, Lenin los ha recibido con un hecho consumado, los SR de izquierda terminaron por aliarse con los bolcheviques y aceptaron formar parte del nuevo gobierno. El mundo despierta con un nuevo poder que no procede del mundo burgués: la República Socialista Federal de los Soviet de Rusia (RSFSR).

La nueva república pasa rápidamente a los hechos, haciendo público su rechazo a la guerra mundial, y comenzando la expropiación de las principales ramas de la economía. Pero, como era de esperarse, las potencias imperialistas no tomaron en serio la posición de los bolcheviques, confiando en la próxima caída del poder y el entronizamiento de una coalición reaccionaria que empezaba a formarse entre los monárquicos, los kadetes y los SR de derecha. Pero Lenin sabía que la alianza entre el nuevo poder y el pueblo sería indisoluble, pues al aceptar el programa agrario de los SR el partido bolchevique, ahora Partido Comunista, se convertiría en el único garante del reparto agrario frente a la coalición reaccionaria. Los hechos demostraron las previsiones de Lenin. La tierra entregada a los campesinos garantizó la lealtad del ejército campesino de Rusia y enajenó a los reaccionarios, cuyo interés primordial era precisamente la usurpación de las tierras de los campesinos y con ellas de la fuerza de trabajo de la población rural.

A la cuestión de la guerra, Lenin lanza la iniciativa de firmar la paz separada con el imperio alemán, lo que genera encono desde la izquierda y la derecha, incluso al interior del grupo bolchevique. La izquierda quería continuar la guerra, pues creía que había que “acudir en ayuda de los comunistas alemanes” que en ese momento estaban en plena revolución, y la derecha quería mantener el estado bélico por cuenta del nuevo poder. Lenin respondió a los izquierdistas que la debilidad de la Rusia soviética era tal que eran incapaces de ayudar a los revolucionarios alemanes y que su intervención de hecho sería más perjudicial que benéfica. A los derechistas los tachó de meros chovinistas que buscaban encadenar a los comunistas al carro de la guerra como lo habían hecho con el Gobierno provisional. Las largas a la firma de la paz resultaron extremadamente costosas y acabaron por ocasionar la pérdida de Ucrania, de modo que la posición de Lenin acabó por afirmarse.

Una vez que terminó la guerra comenzaron a formarse las bandas armadas contrarrevolucionarias (Yudenich, Kolchak, Denikin, la brigada checoslovaca) y se produjo la intervención extranjera (invasión inglesa, francesa, estadunidense y japonesa), pero aunque los comunistas perdieron grandes extensiones de territorio, en realidad su base no era realmente débil, pues nunca perdieron los grandes centros de población y aún en la retaguardia mantuvieron siempre posiciones más o menos sólidas.

Para 1919, con altibajos, la situación se había volcado en favor de los comunistas. Los restos de las fuerzas reaccionarias languidecían, pese al apoyo material de las potencias y sólo el frente del general Wrangel en Ucrania resistía. Francia, en su empeño por destruir el poder soviético instigó la invasión de Rusia por Polonia en 1920, recién independizada del imperio ruso y gobernada por el dictador Pilsudski. La guerra comenzó con el avance de los polacos, que fue derrotado, los soviéticos avanzaron entonces y lograron alcanzar las afueras de Varsovia, pero fueron derrotados y hubo de pactarse el armisticio. Nadie ganó, pero el poder soviético sobrevivió y aún con la derrota de Varsovia se consolidó como un Estado en toda regla, los imperialistas habían subestimado a los comunistas, creyéndose su propia propaganda.

Lenin demostró en estas circunstancias su carácter de verdadero estadista, comprendió claramente que la alianza de los imperialistas y la reacción rusa era débil, pues sus intereses divergían. Los imperialistas buscaban mantener a Rusia en la guerra y los reaccionarios carecían de autoridad para imponerla, los polacos no podían simpatizar con sus antiguos opresores nobiliarios rusos de la reacción, las mismas potencias estaban divididas, Francia quería recuperar el dinero prestado al zar e Inglaterra quería comerciar con el poder soviético. Finalmente, cada caudillo de la reacción quería ser un pequeño zar, hostil a los otros de su calaña, a los polacos e incluso a los extranjeros. Tal frente, según Lenin, no podría mantenerse frente a los comunistas. Nuevamente el desarrollo de los hechos le dio la razón.

Para el año 1921, las amenazas militares a la Revolución estaban prácticamente liquidadas, las tareas se desplazan de la derrota militar de los contrarrevolucionarios a la consolidación del naciente Estado soviético y a la reorganización de la economía. Las tareas son inmensas, las secuelas de la guerra mundial y de la guerra civil son desastrosas, el país ha sido arrasado varias veces, los campesinos perdieron sus cosechas o trataron de esconder lo que podían. Las fábricas estaban destruidas y las materias primas escaseaban. El hambre cundió en 1921, millones de muertos quedaron como saldo y la situación se tornó apocalíptica. Durante la guerra se había adoptado una política de requisas del grano escondido por los campesinos, y se incrementaron los precios de los escasos productos industriales, a esta política se le denominó “Socialismo de Guerra”. Pero en 1921 esta política se tornó insostenible, era necesaria una orientación nueva a fin de que el poder soviético no se derrumbara en medio de su triunfo.

La solución adoptada por los dirigentes encabezados por Lenin fue la restauración de relaciones económicas de corte capitalista, aunque manteniendo los bancos, el comercio exterior y las principales industrias en manos del Estado. El objetivo trazado fue asegurar el monopolio del poder en manos del Partido Comunista, mientras se liberaban controles sobre la economía y el comercio, permitiendo que la iniciativa de los pequeños productores y comerciantes supliera la debilidad de los soviet en el terreno económico. Se trató de un trueque: la microeconomía por la política. Al menos por un tiempo el equilibrio podría mantenerse. Este periodo se conocerá como NEP (Nueva Economía Política). Y efectivamente, la economía experimentó una recuperación rápida y sostenida. Se suele atribuir esta recuperación solamente al restablecimiento del comercio y la producción burguesas, como si el capitalismo por sí mismo fuera siempre progresivo, y se olvida la otra parte de la ecuación, o sea el monopolio que el Estado soviético mantuvo sobre bancos y grandes industrias así como del comercio exterior, lo que limitó la anarquía propia del capitalismo, ya que dichos monopolios se ejercieron efectivamente y no a la manera de los monopolios burgueses, que carecen de una base realmente nacional y obran aumentando en los hechos la anarquía de la producción.

Las tareas de la reconstrucción nacional son duras en todos los terrenos, además, hubo de enfrentarse la emergencia de las pugnas nacionalistas entre las nacionalidades del antiguo imperio ruso, durante la guerra se habían escindido Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, y Polonia; en Ucrania había grupos separatistas así como en Georgia, y el Turquestán ruso. La respuesta fue la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922.

Hacia fines de 1922 Lenin se halla físicamente agotado, las agotadoras jornadas de trabajo y la tensión de los acontecimientos le han minado la salud, por si fuera poco en 1918 sufrió un atentado perpetrado por una terrorista de izquierda que le disparó dos balazos, uno de ellos se alojó en el cuello de Lenin y la bala nunca pudo serle extraída. Este año Lenin se colapsa, sufre un ataque cerebral que le paraliza medio cuerpo, se recupera y vuelve al trabajo, pero luego recae y vuelve a sufrir un ataque que lo paraliza completamente, permanecerá así hasta su muerte en 1924.

El final de Lenin está marcado por la decepción, pues la Unión Soviética se va sumergiendo en la burocratización y el nacionalismo ruso, Lenin muere en el combate contra estas tendencias, sus últimas batallas las sostiene en la defensa del monopolio estatal del comercio exterior, frente a las vacilaciones de los otros líderes bolcheviques, en el incremento y mejora de los mecanismos de supervisión del estado, en la defensa de los derechos de las nacionalidades no rusas, concretamente en el caso de Georgia y en la reorganización del poder central del partido.

El legado de Lenin es cuantioso por lo que importa al momento actual. La valoración de las tareas revolucionarias hecha por Lenin es el producto del estudio cuidadoso de las contradicciones del capitalismo en su etapa terminal, imperialista. El ascenso del imperialismo, las luchas coloniales y el desarrollo del Estado, son todos elementos centrales en la formulación del marxismo de Lenin que lo convierten en el sucesor de Marx y Engels.

En la época de Lenin el marxismo como teoría revolucionaria había sido declarado como una teoría rebasada por la realidad, y se le confinaba a ser el dogma de grupos marginales y la materia de los pomposos discursos de burócratas socialdemócratas. Salvo unos cuantos adeptos tachados de fanáticos, el marxismo no gozaba de mayor influencia. Pero Lenin cambiará la situación a lo largo de su vida. Su obra lo va reflejando claramente cuando en la lucha contra las distintas tendencias del movimiento obrero va desbrozando el camino a la fundamentación teórica de la estrategia revolucionaria en la situación concreta de su época. Lenin ve claramente que el capitalismo ha sufrido una transformación fundamental y que ahora su forma económica principal es el monopolio, de lo cual se desprende que toda lucha que no tenga por objeto el poder estatal está condenada a fracasar, pues la naturaleza de la economía y la política es tal que los esfuerzos parciales acaban por revertirse en beneficio de la clase capitalista dado su control de los medios de producción a una escala planetaria.

Mientras la mayoría de los marxistas habían dado por sentado que no verían en vida la revolución socialista, e incluso los más revolucionarios no eran capaces de ver las tareas a realizar, Lenin estaba bien claro de las tareas y de las posibilidades que la guerra abría para la lucha socialista. Estaba convencido de que no cualquier momento, por álgido que fuese, sería una oportunidad revolucionaria, era necesaria la crisis general representada por la guerra imperialista la que abriría una brecha a través del bloque del imperialismo que tendría que aprovecharse al máximo. Rusia y no la Europa occidental desarrollada era el país que reunía en un solo punto las contradicciones del momento revolucionario mundial. Llevar adelante la revolución en Rusia era llevar adelante la revolución mundial. Por ello era pura pedantería académica ponerse a discutir sobre la revolución europea en el momento en que los procesos revolucionarios en la propia Rusia eran el problema principal.

Naturalmente, Lenin consideraba que para consolidarse el socialismo en el mundo era necesario que se consolidara al menos en algunos de los principales países imperialistas, pero eso no significaba que Europa occidental o los EU fueran necesariamente los primeros países que debían pasar al socialismo. Para Lenin no se trataba definitivamente de cuestiones esquemáticas dictadas desde un escritorio, sino del movimiento vivo de las masas en todo el mundo.

Y, finalmente, Lenin previó genialmente el movimiento anticolonial que sacudiría al mundo en las décadas que siguieron. La revolución soviética liberó las nacionalidades aplastadas por el imperio ruso, y la agitación de las naciones colonizadas comenzó a extenderse por Asia, a este impulso se reanimaría el movimiento en la inmensa China, en la India, en Indochina, Próximo oriente etc. Esta cadena de revoluciones sacudió hasta el último rincón del planeta y formó cientos de naciones nuevas.

El legado de Lenin está lejos de haber sido apreciado en su amplitud y sus alcances. En Lenin se encuentra por primera vez desde Marx, la concepción más amplia sobre las tareas de la revolución socialista en el marco concreto de la lucha de clases a escala nacional y mundial. Para Lenin era impensable concebir la lucha socialista aislada de la lucha política en general, la disciplina nada tenía que ver con la lógica de secta a la que eran (y son) tan afectos ciertos círculos. La lucha de Lenin se movió siempre en el combate a los dos extremos de las desviaciones proletarias, a saber, el sectarismo de círculo y el oportunismo, o sea, el considerar que la disciplina proletaria es sacrificable a determinados objetivos parciales.

Para Lenin siempre fue fundamental el reconocimiento de la lucha que tiene lugar entre las propias formaciones de izquierda y revolucionarias, haciendo patente que los partidos proletarios no siempre asumen las posiciones del proletariado o bien acaban asumiendo los intereses inmediatos y desechan sus intereses a largo plazo, o sea, terminan oponiendo la lucha por reformas y pequeñas mejoras en el nivel de vida de los trabajadores con la lucha por el socialismo, cuando en la realidad ambas reivindicaciones forman parte de una misma lucha de las mismas clases trabajadoras. La lucha por el socialismo comienza, de hecho en las propias formaciones de izquierda, continúa en el partido proletario y sólo cuando esa lucha se ha resuelto en lo fundamental puede pensarse en la toma del poder. No en todos los países se ha verificado tal secuencia, pero tarde que temprano las cuestiones teóricas y prácticas terminan por encontrarse y entrar en una cadena de contradicciones cuya resolución es una necesidad.



Bibliografía

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