martes, 13 de julio de 2010

El papel del ala izquierda en las organizaciones de masas

Los movimientos de masas populares de todo tipo están, por regla general, divididos en alas opuestas, que comúnmente se denominan de izquierda y de derecha, más una agrupación difusa que oscila entre ambas y que puede llamarse centrista.

Ambas alas se hallan en un constante enfrentamiento por la dirección del movimiento, pues representan tendencias políticas directamente opuestas; la derecha se orienta a la contemporización con el Estado y con las clases dominantes, mientras que la izquierda busca organizar y representar a las masas trabajadoras.

La derecha se apoya en los grupos más vacilantes y más controlados por la ideología burguesa, mientras que la izquierda se apoya en los sectores más cercanos a las doctrinas de emancipación clasista.

Lo que une a izquierda y derecha, es la mutua oposición a la correlación de fuerzas políticas en el entorno nacional, pero incluso dentro de esta identidad de intereses, la diferencia entre los métodos de ambas alas del movimiento popular es notoria; la derecha cree que la forma de “lucha” primordial es la que se realiza en torno a acuerdos parlamentarios, y lo demás es mero “radicalismo”; la izquierda, en cambio, persigue la mejor educación y organización de las masas como un medio de formar verdaderos ejércitos de la lucha de clases, sin descartar la necesidad de acuerdos, pues la correlación de fuerzas en la política suele orillar a ello, pero definitivamente lo que separa a izquierda y derecha es la vocación por las masas de la primera, y la vocación por las componendas de la segunda.

En periodos de retroceso de las masas, que usualmente siguen a las derrotas, la izquierda tiene frente a sí la situación más difícil y que reclama más cautela, pues la correlación interna del movimiento se corre a la derecha, que puede tomar para sí la dirección del movimiento en su conjunto. Y esto no depende tanto, como se cree, de tal o cual maniobra tramposa o deshonesta de las camarillas derechistas, sino de la posibilidad de que tales maniobras pasen sin una oposición real de la izquierda.

La izquierda tiene frente a ella dos opciones: la defección o el retroceso en orden. Ambas opciones plantean cuestiones importantes.

Lo que tiene que plantearse en primer lugar son los objetivos generales que persigue el ala izquierda, o sea, aquello que constituye su programa. El ala derecha tiene un programa bien establecido: contemporizar con el Estado y las fuerzas conservadoras a cambio de reformas mínimas que le permitan levantar cara frente a los explotados. Los grupos dirigentes persiguen cargos partidistas y parlamentarios y de ser posible, cargos de elección. No hay más. El ala derecha es una extensión del Estado al interior del movimiento popular y actúa en consecuencia.

El ala izquierda tiene como fin la constitución de un poder popular verdaderamente democrático, para lo cual requiere que las masas participen directamente de la gestión del Estado, y el movimiento no sólo debe ser el vehículo para ello, sino la escuela de democracia popular. En momentos de auge del movimiento espontáneo de las masas, surge la necesidad de que el ala izquierda luche por asumir la dirección del movimiento, por medio de sus cuadros más destacados, que encausen la energía de las masas hacia objetivos concretos. En tiempos de reflujo de las masas, la situación se torna visiblemente más compleja, pues los cuadros del ala izquierda, sin ceder sus posiciones a la derecha sí tienen que evitar convalidar las maniobras derechistas que vayan dirigidas a socavar los intereses populares. Tienen que aprovechar toda oportunidad para desenmascarar las componendas derechistas y educar políticamente a las masas con el ejemplo, dejando claro quien representa a las masas y quien representa únicamente sus propias ambiciones personales.

jueves, 8 de julio de 2010

Las relaciones de producción en América Latina.

Al mediar el siglo XX, surgió una polémica en torno a la naturaleza del desenvolvimiento del modo de producción en América Latina, polémica estimulada en gran medida por los procesos de liberación nacional que sacudieron la región. La discusión tuvo un giro importante a partir de la obra de André Gunder Frank, quien habló del “desarrollo del subdesarrollo” y empató el proceso colonial de América Latina con el proceso de acumulación originaria del capital(1).

La coordenada principal del estudio de Frank era la importancia primordial que concedía a la formación de lazos económicos entre las metrópolis y las colonias latinoamericanas. Para Frank, las contradicciones internas eran secundarias, sobredeterminadas por el conflicto con el imperialismo.

Tales tesis presuponían que el cariz del modo de producción latinoamericano era, si no abiertamente capitalista, sí de un tipo intermedio con predominancia de relaciones mercantiles o capitalistas inmaduras en rápido tránsito al capitalismo. De otro modo no podía sostenerse la tesis de una dominación externa capitalista o en vías de serlo, no cabía hablar de relaciones de corte esclavista o feudal.

No tardó en sobrevenir el choque con los materialistas ortodoxos, para los cuales la sucesión de modos de producción no podía saltarse el modo feudal. En apoyo de sus posiciones vino un caudal de hechos obviados o subestimados por los teóricos “subdesarrollistas” a lo Gunder Frank. En la historia de la invasión española y portuguesa, y en el periodo colonial, el trabajo indio y negro fue siempre de carácter forzado, arrancado por medio de la violencia a los pueblos nativos y a los africanos secuestrados y traídos a América. Es decir, los trabajadores en América Latina fueron o esclavos o semi-siervos. Los ortodoxos apuntaron acertadamente que lo primordial en la investigación de los modos de producción tiene que residir en la investigación de la naturaleza de las relaciones de producción concretas, siguiendo la metodología implantada por Marx, y que era inadecuado plantearse esquemas abstractos tomando como base la naturaleza del intercambio entre países. Un exponente de este grupo ortodoxo es Heinz Dieterich(2), quien realizó una refutación directa de Gunder Frank, haciendo énfasis en la abundante evidencia histórica de la existencia de regímenes de trabajo esclavo y servil en el Perú colonial, y aportando evidencia de la existencia del modo de producción asiático en el Perú antiguo.

Pero algunas cosas se echan de menos en ambas posturas teóricas, y se trata de una tesis esencial de la teoría materialista de los modos de producción aportada por los autores clásicos. Es una tesis muy sencilla: que una formación social concreta históricamente determinada nunca es un modo de producción puro; sino que por el contrario, siempre es una mezcla abigarrada de rasgos, de relaciones de producción que corresponden a diferentes modos de producción; mezcla en la cual un tipo de relaciones predomina sobre las demás, de manera que se puede decir que se trata de una formación social “capitalista”, “feudal”, etc., cuando los rasgos capitalistas, feudales, etc., predominan sobre los demás.

La dificultad de determinar cuáles son las relaciones predominantes, su abigarramiento, su mutua deformación y condicionamiento es grande y requiere muchos estudios regionales previos. Pero se pueden adelantar algunas tesis, basándose en la teoría materialista.

¿Cuáles eran las relaciones presentes en América Latina en el periodo colonial?

A) relaciones comunitarias primitivas,
B) relaciones esclavistas,
C) relaciones serviles,
D) relaciones mercantiles simples y
E) relaciones capitalistas poco desarrolladas.

Los incisos A al D corresponden a relaciones de tipo precapitalista.

Los subdesarrollistas cometen un grave error al ignorar, obviar o pasar por alto la existencia de formas de explotación de corte esclavista y servil en la América colonial, lo que es algo bien documentado, como lo demuestra Dieterich. Algunos subdesarrollistas llegan al extremo de buscarle un carácter mercantil o hasta capitalista a explotaciones netamente esclavistas, lo que es un procedimiento negligente, falto de un rigor mínimo.

Los materialistas ortodoxos, a su vez, pasan por alto una cuestión fundamental para el tema que nos ocupa, el hecho, también ampliamente documentado de la naturaleza que revestían los productos del trabajo en la social colonial. Siendo producidos por semi-siervos, esclavos y unos pocos trabajadores libres, los productos coloniales eran, en buena parte, mercancías; carácter que distaba de corresponder, aparentemente, al tipo de relaciones de producción en que eran elaborados. Pero tal contradicción se verificaba en la realidad. Esclavos y semi-siervos no laboraban los campos y abrían las minas exclusivamente para una economía autárquica, sino para obtener mercancías que se venderían en Europa y Asia; se habla desde luego, del oro, la plata, el azúcar, café, etc. y aún otros productos para consumo colonial, como el cacao, el maíz y el algodón eran materia de intercambio. Tal situación nos remite al sur esclavista de los EUA antes de la guerra de secesión de 1861; en esa época, masas de esclavos negros producían algodón para alimentar las hilaturas de Inglaterra, en un intercambio mercantil simple que hacía a los señores hacendados del sur híbridos de empresarios mercantiles y esclavistas de tipo antiguo.

Otro tanto puede decirse de los colonizadores españoles y portugueses; algunos habrían sido señores de la tierra de corte feudal, otros esclavistas típicos, otros más, híbridos de los anteriores y de negociantes mercantiles, otros habrían sido mercaderes netos, algunos pocos, quizá muy pocos, auténticos capitalistas.

Es un error negar la existencia de un tipo de relaciones para apoyar esquemas preestablecidos. De lo que se trata no es de determinar cuáles relaciones existían, la evidencia aportada por ambas escuelas es contundente: todas las relaciones mencionadas existían en la maraña que era la formación total; de lo que se trata es de determinar qué tipo de relaciones era la que dominaba a las demás.

Al establecer las relaciones dominantes, no se debe proceder de manera simplista, buscando las relaciones que predominan en la mayor parte de las explotaciones, o que abarquen a la mayor cantidad de trabajadores, o de productos, etc., de lo que se trata es de buscar las relaciones que determinan la dinámica de la evolución de la formación social como totalidad, o sea, en visión retrospectiva, las relaciones que acabaron por predominar en términos absolutos y relativos al final del periodo colonial, y que luego redundaron en la moderna formación capitalista.

A nuestro parecer, las relaciones dominantes corresponderían a las mercantiles simples, en vías de convertirse en capitalistas durante el periodo de regímenes liberales.

A nuestro entender, la evidencia de esta afirmación radicaría en la naturaleza de la clase dominante: un tándem conformado por los comerciantes, los hacendados productores de mercancías, los mineros y las casas de contratación de la metrópoli, que unidos formarían una clase terrateniente-mercader volcada a una producción de mercancías basada en el trabajo esclavo y servil, en general, forzado, y sólo por excepción, libremente contratado.

El mundo colonial habría estado conformado pues, por formaciones sociales precapitalistas, ligadas primero indirectamente a los centros capitalistas (Inglaterra, Holanda) a través de España y Portugal, y luego de manera directa, en el periodo de las reformas borbónicas.

Notas

(1) Heinz Dieterich, Relaciones de producción en América Latina, 2ª, 1985, 336 pp.
(2) Ibíd.