sábado, 22 de junio de 2013

Colonialismo y endeudamiento




Sobre todo a partir de los 1970s cobró un especial interés la cuestión del endeudamiento de los Estados subdesarrollados, más bien coloniales. Este proceso se debió en lo fundamental a los procesos de industrialización que fueron en gran medida financiados por los gobiernos y que generaron déficit crecientes, a lo que se sumaron los derroches y la deficiente y regresiva hacienda pública. El resultado neto fue el prácticamente impagable endeudamiento público de países como México. Y mientras más deuda de contraía se llegó al extremo de contratar deuda para pagar intereses de deudas anteriores (!).

La crisis del capitalismo mundial convirtió las finanzas públicas en fuente de fortunas fáciles para los tiburones financieros. Sobre todo la banca internacional de EU, Europa occidental y Japón se han enriquecido a costa del resto del mundo. Aunque cabe anotar que los propios países imperialistas son presas del déficit y la deuda, son de hecho los países más endeudados del mundo, pero la diferencia respecto a los países coloniales es que estos países tienen en sus manos mucho mayores recursos y las monedas que ellos mismos emiten son las monedas mundiales, lo que les permite transmitir la inflación que generan al resto del mundo y sentir menos sus efectos. Por tanto, la deuda de los países imperialistas no se traduce necesariamente en un debilitamiento de esos países, mientras que la deuda de los países coloniales se traduce siempre en una mayor dominación de ellos por los países imperialistas.

Anexo.

Intervención del diputado Covarrubias en el Congreso con motivo de la discusión sobre el crédito de la casa B. A. Goldschmidt y Cía. de Londres (década de los 1820s).

“De ninguna manera puedo aprobar el artículo como está; sino que sea condición del préstamo el que precisamente se reciba y pague el dinero en México, y que sea dinero efectivamente traido de afuera. Porque ya que admitimos un mal y un gran mal, y cuando lo propuso el gobierno anterior me opuse con todas mis fuerzas a semejantes préstamos extranjeros: ya que no se puede remediar a lo menos evitemos en cuanto podamos sus fatalísimas consecuencias. Tres géneros de tiranía distingo yo: tiranía de hierro, que es en la que estuvimos colonos; tiranía dorada cuando reina una testa del país; y tiranía de trampa, tiranía numeraria, cuando un pueblo enreda a otro por medio de préstamos en sus cálculos usurarios y mercantiles, y en esta hemos inadvertidamente caído de resultas de lo estúpido y atolondrado del gobierno anterior. Que el que debe a otro se hace su esclavo lo dice el Espíritu Santo, a quien me atengo, sobre todos los charlatanes políticos del día; así en el momento en que esta nación sea deudora de las europeas en ese mismo se hace su esclava. Y claro está, porque desenredando todo el embrollo, lo que resulta en último análisis es que por ocho millones de préstamos la nación viene a ser tributaria de la Inglaterra en 960,000 ps. anuales; y como está el artículo, estos ocho millones son imaginarios, porque a nuestros comerciantes para hacer soltar el dinero al gobierno, les brindan con préstamo cuádruplo o quíntuplo del dinero que dan al gobierno, y como ganan un ciento por ciento en el valor de sus efectos, la exhibición de la Inglaterra es nula; porque lo que da son sus ganancias lucradas en los tontos y estúpidos mexicanos. Se me dirá que ellos pierden el tiempo, y que este lucro cesante es necesario recompensarlo. Yo aunque bárbaro sé muy bien por sus escritores que [Inglaterra] está atestada de rezagos, muertos en sus almacenes, y como no sé por qué fatalidad los mexicanos somos víctimas de los fraudes europeos, nosotros mismos como el estúpido pez hemos tragado el anzuelo, y no nos falta más para caer en las redes de la Cartago de nuestros tiempos sino que circulen entre nosotros los papeles de su maldito banco...

“La tercera y la más espantosa, es que las bancarrotas y la falta de industria, creará a los extranjeros nuestros capitalistas, ellos impelerán a toda la nación a escarbar minas y hacer azúcar, y como nada hay más mortífero que las minas, y las cañas sólo se dan en malos temperamentos, la población irá a menos, y nuestros nietos ocuparán el lugar, unos el que ocupan hoy en día los negros de Cuba, y los otros el de los barreteros. Y a mucha gloria tendrá un mexicano en llegar a ser el azoguero de un Lord inglés.

“Yo no soy Midas para que quiera que todo se vuelva plata. Sé muy bien que el oro y la plata no es más que un signo de convención. Sé que la verdadera riqueza de un estado es la suma mayor de producciones de todo género.” (Tomado de Manuel López Gallo, Economía y política en la historia de México, México 15a, 1978, págs. 100-101).

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