Por GM
El concepto de capitalismo monopolista
de Estado (CME) fue desarrollado por Lenin en la segunda década del
siglo XX a raíz de sus estudios sobre el imperialismo.
Lenin llegó a una serie de
conclusiones sobre el desarrollo del capitalismo a partir de la
internacionalización del capital que cobró un ritmo de expansión
acelerado a partir de los 1870s. La época de la internacionalización
del capital ha sido una época de profundos cambios en las formas de
acumulación capitalista, pero sus efectos han sido de largo alcance
en el capitalismo como sistema, como un todo.
El imperialismo ha significado un
profundo cambio en torno a la cuestión del Estado capitalista,
respecto a la época en que predominaba la libre competencia. El
Estado asume nuevas tareas y funciones en la sociedad; ahora es
garante del mantenimiento del orden socio-político, pero también
pasa a jugar un papel determinante en el ciclo económico de la
acumulación de capital, garantizando las ganancias de los grandes
monopolios, que pasan a ser monopolios de Estado (no confundir con
los monopolios del Estado,
que son sólo un tipo de monopolios de Estado).
Los monopolios de
Estado son el producto de la simbiosis del Estado y los consorcios.
Esta simbiosis cobra diferentes formas: la creación de combinados
industriales-financieros, los rescates bancarios, la asignación de
contratos, convenios y concesiones ventajosos, y el intercambio de
personal dirigente. Formas que si bien se remontan a formas
anteriores del capitalismo, ahora se hallan plenamente desarrolladas
y son la marca principal del capitalismo contemporáneo.
El predominio de
los monopolios no podía mantenerse indefinidamente en un estadio
primigenio, en el cual el monopolio podía mantenerse sin la
intervención directa del Estado. El crecimiento de las redes de los
monopolios los llevó al choque directo con otros monopolios, lo que
forzó la aparición en escena de los Estados, el resultado fueron
las guerras imperialistas que estallaron desde fines del siglo XIX
hasta el momento presente.
En sus trabajos
sobre el imperialismo, Lenin se plantea comprender los caminos
concretos que habrá de seguir la revolución proletaria en el marco
del capitalismo contemporáneo, y cómo esta revolución puede
convertirse en una revolución socialista, una revolución que
instaure el socialismo. El concepto clave será el de capitalismo
monopolista de Estado.
Cuando Lenin define el imperialismo
como la fase monopolista del capitalismo aporta una definición
histórico-social y no puramente económica, como pretenden los
“críticos”, el hecho de que Lenin diera esta forma a su
exposición en la obra clásica El imperialismo, fase superior del
capitalismo fue explicado en su momento por él mismo de manera
suficiente en el prologo a la primera publicación de la obra (abril
de 1917):
“El
folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por
esto, no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un
análisis exclusivamente teórico — sobre todo económico —, sino
también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones
de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de
alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el
zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando
tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura
'legal'” (V. I. Lenin, Prólogo a El
imperialismo, fase superior del capitalismo).
Así,
hay que completar las tesis de Lenin del Imperialismo... con
las que se hallan en obras ilegales, pues éstas contienen
conclusiones enriquecedoras en torno a la cuestión:
“Los
malhadados marxistas al servicio de la burguesía, a los que se han
sumado los eseristas y que ven las cosas de ese modo, no comprenden
(si se considera las bases teóricas de su opinión) qué es el
imperialismo, qué son los monopolios capitalistas,qué es el Estado,
qué es la democracia revolucionaria. Porque si se comprende todo
eso,habrá que reconocer forzosamente que es imposible avanzar sin
marchar hacia el socialismo”. (V. I. Lenin, La
catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla
en Obras, Tomo VII 1917-1918, pág. 86, Ed. Progreso, Moscú, 1973).
Y,
a renglón seguido:
“Todo
el mundo habla del imperialismo. Pero el imperialismo no es otra cosa
que el capitalismo monopolista.
“Que
el capitalismo se ha transformado en capitalismo monopolista también
en Rusia lo evidencian con toda claridad Prodúgol y Prodamet, el
consorcio del azúcar, etc. El mismo consorcio azucarero nos
demuestra palmariamente la transformación del capitalismo
monopolista en capitalismo monopolista de Estado (subrayado mío,
GM).” (Íbidem)
En
seguida, Lenin aporta líneas que no tienen desperdicio:
“¿Y
qué es el Estado? Es la organización de la clase dominante; en
Alemania, por ejemplo, la organización de los junkers y los
capitalistas. Por eso, lo que los Plejánov alemanes (Scheidemann,
Lensch,
etc.) llaman 'socialismo de guerra', sólo es, en realidad, un
capitalismo monopolista de Estado en tiempo de guerra, o, dicho en
términos más sencillos y más claros, un presidio militar para los
obreros y un régimen de protección militar para las ganancias de
los capitalistas (subrayado mío, GM).
“Pues
bien, prueben ustedes a sustituir ese Estado de junkers y
capitalistas, ese Estado de terratenientes y capitalistas, con un
Estado democrático revolucionario,
es decir, con un Estado que suprime revolucionariamente todos los
privilegios, que no tema implantar por vía revolucionaria la
democracia más completa. Y entonces verán que el capitalismo
monopolista de Estado, en un Estado democrático y revolucionario de
verdad, representa inevitablemente,infaliblemente, ¡un paso, varios
pasos hacia el socialismo!
“En efecto, cuando una
empresa capitalista gigantesca se convierte en monopolio, sirve a
todo el pueblo. Si se convierte en monopolio de Estado, el Estado (o
sea, la organización armada de la población, de los obreros y los
campesinos, en primer lugar,
si se trata de un régimen de democracia revolucionaria) dirige toda
la empresa. ¿En interés de quién?
- O bien en interés de los terratenientes y los capitalistas, en cuyo caso no tendremos un Estado democrático revolucionario, sino un Estado burocrático reaccionario, es decir, una república imperialista,
- o bien en interés de la democracia revolucionaria, en cuyo caso ello será precisamente un paso hacia el socialismo.
“Porque
el socialismo no es otra cosa que el paso siguiente después del
monopolio capitalista de Estado. O dicho en otros términos: el
socialismo no es otra cosa que el monopolio capitalista de Estado
puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de
ser monopolio capitalista.
“No
hay término medio. El curso objetivo del desarrollo es tal que
resulta imposible avanzar,partiendo de los monopolios (cuyo número,
papel e importancia ha venido a decuplicar la guerra), sin marchar
hacia el socialismo.
“O
se es demócrata revolucionario de hecho, y en ese caso no hay por
qué temer ningún paso hacia el socialismo; o se temen y condenan
los pasos hacia el socialismo, como lo hacen Plejánov, Dan y
Chernov, alegando que nuestra revolución es una revolución
burguesa, que no se puede 'implantar' el socialismo, etc., etc., y
entonces se rueda fatalmente hasta caer en los brazos de Kerenski,
Miliukov y Kornílov, es decir, hasta caer en la represión
burocrática reaccionaria de las aspiraciones 'democráticas
revolucionarias' de las masas obreras y campesinas.
“No
hay término medio.
“Y
en esto estriba la contradicción fundamental de nuestra revolución.
“En
la historia en general, y en épocas de guerra en particular, no se
puede estar parado. Hay que avanzar o retroceder. En la Rusia del
siglo XX, que ha conquistado la república y la democracia por vía
revolucionaria, es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo,
sin dar pasos hacia él (pasos condicionados y determinados por el
nivel técnico y cultural: en la agricultura basada en las pequeñas
haciendas
campesinas es imposible 'introducir' la gran explotación mecanizada;
en la fabricación de azúcar es imposible suprimirla).
“Y
tener miedo a avanzar significa retroceder, que es precisamente lo
que hacen los señores Kerenski, con gran fruición de los Miliukov y
los Plejánov y con la estúpida complicidad de los Tsereteli y los
Chernov. La guerra, al acelerar en grado extraordinario la
transformación del capitalismo monopolista en capitalismo
monopolista de Estado, ha acercado con ello extraordinariamente a la
humanidad al socialismo: tal es la dialéctica de la historia
(subrayado mío, GM).
“La
guerra imperialista es la víspera de la revolución socialista. Y no
sólo porque la guerra engendra, con sus horrores, la insurrección
proletaria-pues no hay insurrección capaz de instaurar el socialismo
si no han madurado las condiciones económicas para él-, sino
también porque el capitalismo monopolista de Estado es la
preparación material más completa para el socialismo, su antesala,
un peldaño de la escalera histórica entre el cual y el peldaño
llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio (subrayado
mío, GM).
*
* *
“Nuestros
eseristas y mencheviques enfocan el problema del socialismo de una
manera doctrinaria, desde el punto de vista de una doctrina aprendida
de memoria y mal asimilada. Presentan el socialismo como un porvenir
lejano, desconocido y nebuloso.
“Pero
el socialismo asoma ya por todas las ventanas del capitalismo
moderno, el socialismo se perfila de forma inmediata, prácticamente,
en toda medida importante que represente un paso adelante a partir
del capitalismo moderno (subrayado mío, GM).
“¿Qué
es el trabajo general obligatorio?
“Un
paso adelante sobre la base del capitalismo monopolista moderno, un
paso hacia la regulación de la vida económica en su conjunto de
acuerdo con un plan general concreto, un paso hacia un régimen de
ahorro de trabajo del pueblo para impedir su absurdo despilfarro por
el capitalismo.
“En
Alemania son los junkers (los latifundistas) y los capitalistas
quienes implantan el trabajo general obligatorio; por eso, dicha
medida se convierte inevitablemente en un presidio militar para los
obreros.
“Pero
tomemos la misma institución y reflexionemos en la importancia que
tendría en un Estado democrático revolucionario. El trabajo general
obligatorio, implantado, reglamentado y dirigido por los Soviets de
diputados obreros,soldados y campesinos, no sería todavía el
socialismo, pero no sería ya
el
capitalismo. Representaría un paso gigantesco hacia el socialismo,
un paso después del cual, si se mantuviese una democracia plena,
sería imposible retornar al capitalismo sin recurrir a una violencia
inaudita sobre las masas.” (Íbid. 86-87).
La
concepción de Lenin se inscribe plenamente en el marco de las ideas
que animaron su accionar en las jornadas de la Revolución de
Octubre.
Sin
embargo, hay “críticos” que sostienen que la idea de Lenin
acerca del CME es una especie de concepto operativo que no tuvo otro
fin que instrumentar las acciones en el proceso concreto de la
Revolución, o sea, que sólo tuvo sentido hablar de CME en el marco
concreto de la instauración del socialismo en la URSS, y que, de
plano, sólo conviene hablar de CME en determinadas coyunturas, como
la Alemania nazi o la República Popular China.
En
pocas palabras, para los “críticos” el CME carece de alcance
histórico-social, y se limita a un cierto estadio transitorio del
capitalismo. Nunca explican los “críticos” cómo logra el
capitalismo semejante regeneración que le permite mantenerse en el
estadio anterior a la Guerra imperialista mundial por décadas y
“desmantelar” el CME ahí donde surge. Éste es el verdadero
enigma de la “crítica” a la teoría leninista del CME, teoría
que los “críticos” confunden con la doctrina revisionista del
capitalismo de Estado, con la cual nada tiene que ver.
Pues,
como Lenin indica, el CME es un proceso que recorre el mundo desde la
Primera Guerra imperialista mundial:
“La
cuestión del Estado adquiere actualmente una importancia singular,
tanto en el aspecto teórico como en el aspecto político práctico.
La guerra imperialista ha acelerado y agudizado
extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo
monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La opresión
monstruosa de las masas trabajadoras por el Estado, que se va
fundiendo cada vez más estrechamente con las asociaciones
omnipotentes de los capitalistas, cobra proporciones cada vez mas
monstruosas (Subrayado mío, GM). Los países adelantados se
convierten -- y al decir esto nos referimos a su "retaguardia"
-- en presidios militares para los obreros. Los inauditos horrores y
calamidades de esta guerra interminable hacen insoportable la
situación de las masas, aumentando su indignación. Va fermentando a
todas luces la revolución proletaria internacional. La cuestión de
la actitud de ésta hacia el Estado adquiere una importancia
práctica.” (V. I. Lenin, Prólogo a la primera edición de El
Estado y la revolución, Agosto 1917).
¡El
CME delineado en la primera página de El Estado y la revolución!
Entonces ¿es el CME un concepto histórico-social desarrollado
por Lenin o una idea coyuntural?
En
esta misma obra, Lenin traza el papel histórico del CME:
“Un
ingenioso socialdemócrata alemán de la década del 70 del siglo
pasado, dijo que el correo era un modelo de economía socialista.
Esto es muy exacto. Hoy, el correo es una empresa organizada según
el patrón de un monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va
convirtiendo poco a poco todos los trusts en organizaciones de este
tipo (subrayado mío, GM). En ellos vemos esa misma burocracia
burguesa, entronizada sobre los 'simples' trabajadores, agobiados de
trabajo y hambrientos. Pero el mecanismo de la gestión social está
ya preparado en estas organizaciones. No hay más que derrocar a los
capitalistas, destruir, por la mano férrea de los obreros armados,
la resistencia de estos explotadores, romper la máquina burocrática
del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta
perfección técnica, libre del 'parásito' y perfectamente
susceptible de ser puesto en marcha por los mismos obreros unidos,
dando ocupación a técnicos, inspectores y contables y retribuyendo
el trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios del
'Estado' en general, con el salario de un obrero. He aquí una tarea
concreta, una tarea práctica que es ya inmediatamente realizable con
respecto a todos los trusts, que libera a los trabajadores de la
explotación y que tiene en cuenta la experiencia ya iniciada
prácticamente (sobre todo en el terreno de la organización del
Estado) por la Comuna.
“Organizar
toda la economía nacional como lo está el correo para que los
técnicos, los inspectores, los contables y todos los funcionarios en
general perciban sueldos que no sean superiores al 'salario de un
obrero', bajo el control y la dirección del proletariado armado: he
ahí nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que nosotros
necesitamos y la base económica sobre la que este Estado tiene que
descansar. He ahí lo que darán la abolición del parlamentarismo y
la conservación de las instituciones representativas, he ahí lo que
librará a las clases trabajadoras de la prostitución de estas
instituciones por la burguesía.” (V. I. Lenin, El Estado y la
revolución, Capítulo III, Apartado 3, en www.marxists.org).
Y
más adelante:
“La
crítica del proyecto del programa de Erfurt, enviada por Engels a
Kautsky el 29 de junio de 1891 y publicada sólo después de pasados
diez años en la revista 'Neue Zeit', no puede pasarse por alto en un
análisis de la doctrina del marxismo sobre el Estado, pues este
documento se consagra de modo principal a criticar precisamente las
concepciones oportunistas de la socialdemocracia en la cuestión de
la organización del Estado.
“Señalaremos
de paso que Engels hace también, en punto a los problemas
económicos, una indicación importantísima, que demuestra cuán
atentamente y con qué profundidad seguía los cambios que se iban
produciendo en el capitalismo moderno y cómo ello le permitía
prever hasta cierto punto las tareas de nuestra época, de la época
imperialista. He aquí la indicación a que nos referimos: a
propósito de las palabras 'falta de planificación' (Planlosigkeit
), empleadas en el proyecto de programa para caracterizar al
capitalismo, Engels escribe:
'Si pasamos de las sociedades anónimas a los trusts, que dominan y monopolizan ramas industriales enteras, vemos que aquí terminan no sólo la producción privada, sino también la falta de planificación' ("Neue Zeit", año 20, t. I, 1901-1902, pág. 8).
“En
estas palabras se destaca lo más fundamental en la valoración
teórica del capitalismo moderno, es decir, del imperialismo, a
saber: que el capitalismo se convierte en un capitalismo monopolista.
Conviene subrayar esto, pues el error más generalizado está en
la afirmación reformista-burguesa de que el capitalismo monopolista
o monopolista de Estado no es ya capitalismo, puede llamarse ya
'socialismo de Estado', y otras cosas por el estilo (subrayado
mío, GM). Naturalmente, los trusts no entrañan, no han entrañado
hasta hoy ni pueden entrañar una completa sujeción a planes. Pero
en tanto trazan planes, en tanto los magnates del capital calculan de
antemano el volumen de la producción en un plano nacional o incluso
en un plano internacional, en tanto regulan la producción con
arreglo a planes, seguimos moviéndonos, a pesar de todo, dentro del
capitalismo, aunque en una nueva fase suya, pero que no deja,
indudablemente, de ser capitalismo. La 'proximidad' de tal
capitalismo al socialismo debe ser, para los verdaderos
representantes del proletariado, un argumento a favor de la cercanía,
de la facilidad, de la viabilidad y de la urgencia de la revolución
socialista, pero no, en modo alguno, un argumento para mantener una
actitud de tolerancia ante los que niegan esta revolución y ante los
que encubren las lacras del capitalismo, como hacen todos los
reformistas.” (Íbid. Capítulo IV).
Para
Lenin la cuestión del Estado y del imperialismo estaban imbricadas
en un mismo proceso histórico con la cuestión de la revolución
proletaria, y era un error tratar de tratarlas como cuestiones
separadas, pues una verdadera estrategia sólo podía y puede
elaborarse con base en una perspectiva correcta y realista de la
cuestión del Estado bajo el imperialismo y no con ilusiones
reformistas que dejan “para después” la elaboración de la
teoría científica de la transformación del capitalismo en
socialismo, misma que sustituyen “por el momento” con ilusiones
pequeñoburguesas acerca de un imperialismo homogéneo donde el
Estado “sólo es garante de la explotación capitalista pero no
participa de ella”, etc. Los “críticos” admiten solo de
palabra la teoría leninista del imperialismo, pero en los hechos
rechazan las conclusiones que se desprenden de ella.
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