domingo, 30 de diciembre de 2012

Lenin y el capitalismo monopolista de Estado


Por GM

El concepto de capitalismo monopolista de Estado (CME) fue desarrollado por Lenin en la segunda década del siglo XX a raíz de sus estudios sobre el imperialismo.

Lenin llegó a una serie de conclusiones sobre el desarrollo del capitalismo a partir de la internacionalización del capital que cobró un ritmo de expansión acelerado a partir de los 1870s. La época de la internacionalización del capital ha sido una época de profundos cambios en las formas de acumulación capitalista, pero sus efectos han sido de largo alcance en el capitalismo como sistema, como un todo.

El imperialismo ha significado un profundo cambio en torno a la cuestión del Estado capitalista, respecto a la época en que predominaba la libre competencia. El Estado asume nuevas tareas y funciones en la sociedad; ahora es garante del mantenimiento del orden socio-político, pero también pasa a jugar un papel determinante en el ciclo económico de la acumulación de capital, garantizando las ganancias de los grandes monopolios, que pasan a ser monopolios de Estado (no confundir con los monopolios del Estado, que son sólo un tipo de monopolios de Estado).

Los monopolios de Estado son el producto de la simbiosis del Estado y los consorcios. Esta simbiosis cobra diferentes formas: la creación de combinados industriales-financieros, los rescates bancarios, la asignación de contratos, convenios y concesiones ventajosos, y el intercambio de personal dirigente. Formas que si bien se remontan a formas anteriores del capitalismo, ahora se hallan plenamente desarrolladas y son la marca principal del capitalismo contemporáneo.

El predominio de los monopolios no podía mantenerse indefinidamente en un estadio primigenio, en el cual el monopolio podía mantenerse sin la intervención directa del Estado. El crecimiento de las redes de los monopolios los llevó al choque directo con otros monopolios, lo que forzó la aparición en escena de los Estados, el resultado fueron las guerras imperialistas que estallaron desde fines del siglo XIX hasta el momento presente.

En sus trabajos sobre el imperialismo, Lenin se plantea comprender los caminos concretos que habrá de seguir la revolución proletaria en el marco del capitalismo contemporáneo, y cómo esta revolución puede convertirse en una revolución socialista, una revolución que instaure el socialismo. El concepto clave será el de capitalismo monopolista de Estado.

Cuando Lenin define el imperialismo como la fase monopolista del capitalismo aporta una definición histórico-social y no puramente económica, como pretenden los “críticos”, el hecho de que Lenin diera esta forma a su exposición en la obra clásica El imperialismo, fase superior del capitalismo fue explicado en su momento por él mismo de manera suficiente en el prologo a la primera publicación de la obra (abril de 1917):

“El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto, no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico — sobre todo económico —, sino también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura 'legal'” (V. I. Lenin, Prólogo a El imperialismo, fase superior del capitalismo).

Así, hay que completar las tesis de Lenin del Imperialismo... con las que se hallan en obras ilegales, pues éstas contienen conclusiones enriquecedoras en torno a la cuestión:

Los malhadados marxistas al servicio de la burguesía, a los que se han sumado los eseristas y que ven las cosas de ese modo, no comprenden (si se considera las bases teóricas de su opinión) qué es el imperialismo, qué son los monopolios capitalistas,qué es el Estado, qué es la democracia revolucionaria. Porque si se comprende todo eso,habrá que reconocer forzosamente que es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo”. (V. I. Lenin, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla en Obras, Tomo VII 1917-1918, pág. 86, Ed. Progreso, Moscú, 1973).

Y, a renglón seguido:

Todo el mundo habla del imperialismo. Pero el imperialismo no es otra cosa que el capitalismo monopolista.

Que el capitalismo se ha transformado en capitalismo monopolista también en Rusia lo evidencian con toda claridad Prodúgol y Prodamet, el consorcio del azúcar, etc. El mismo consorcio azucarero nos demuestra palmariamente la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado (subrayado mío, GM).” (Íbidem)

En seguida, Lenin aporta líneas que no tienen desperdicio:

¿Y qué es el Estado? Es la organización de la clase dominante; en Alemania, por ejemplo, la organización de los junkers y los capitalistas. Por eso, lo que los Plejánov alemanes (Scheidemann,
Lensch, etc.) llaman 'socialismo de guerra', sólo es, en realidad, un capitalismo monopolista de Estado en tiempo de guerra, o, dicho en términos más sencillos y más claros, un presidio militar para los obreros y un régimen de protección militar para las ganancias de los capitalistas (subrayado mío, GM).

Pues bien, prueben ustedes a sustituir ese Estado de junkers y capitalistas, ese Estado de terratenientes y capitalistas, con un Estado democrático revolucionario, es decir, con un Estado que suprime revolucionariamente todos los privilegios, que no tema implantar por vía revolucionaria la democracia más completa. Y entonces verán que el capitalismo monopolista de Estado, en un Estado democrático y revolucionario de verdad, representa inevitablemente,infaliblemente, ¡un paso, varios pasos hacia el socialismo!

En efecto, cuando una empresa capitalista gigantesca se convierte en monopolio, sirve a todo el pueblo. Si se convierte en monopolio de Estado, el Estado (o sea, la organización armada de la población, de los obreros y los campesinos, en primer lugar, si se trata de un régimen de democracia revolucionaria) dirige toda la empresa. ¿En interés de quién?

  • O bien en interés de los terratenientes y los capitalistas, en cuyo caso no tendremos un Estado democrático revolucionario, sino un Estado burocrático reaccionario, es decir, una república imperialista,
  • o bien en interés de la democracia revolucionaria, en cuyo caso ello será precisamente un paso hacia el socialismo.

Porque el socialismo no es otra cosa que el paso siguiente después del monopolio capitalista de Estado. O dicho en otros términos: el socialismo no es otra cosa que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista.

No hay término medio. El curso objetivo del desarrollo es tal que resulta imposible avanzar,partiendo de los monopolios (cuyo número, papel e importancia ha venido a decuplicar la guerra), sin marchar hacia el socialismo.

O se es demócrata revolucionario de hecho, y en ese caso no hay por qué temer ningún paso hacia el socialismo; o se temen y condenan los pasos hacia el socialismo, como lo hacen Plejánov, Dan y Chernov, alegando que nuestra revolución es una revolución burguesa, que no se puede 'implantar' el socialismo, etc., etc., y entonces se rueda fatalmente hasta caer en los brazos de Kerenski, Miliukov y Kornílov, es decir, hasta caer en la represión burocrática reaccionaria de las aspiraciones 'democráticas revolucionarias' de las masas obreras y campesinas.

No hay término medio.

Y en esto estriba la contradicción fundamental de nuestra revolución.

En la historia en general, y en épocas de guerra en particular, no se puede estar parado. Hay que avanzar o retroceder. En la Rusia del siglo XX, que ha conquistado la república y la democracia por vía revolucionaria, es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo, sin dar pasos hacia él (pasos condicionados y determinados por el nivel técnico y cultural: en la agricultura basada en las pequeñas
haciendas campesinas es imposible 'introducir' la gran explotación mecanizada; en la fabricación de azúcar es imposible suprimirla).

Y tener miedo a avanzar significa retroceder, que es precisamente lo que hacen los señores Kerenski, con gran fruición de los Miliukov y los Plejánov y con la estúpida complicidad de los Tsereteli y los Chernov. La guerra, al acelerar en grado extraordinario la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, ha acercado con ello extraordinariamente a la humanidad al socialismo: tal es la dialéctica de la historia (subrayado mío, GM).

La guerra imperialista es la víspera de la revolución socialista. Y no sólo porque la guerra engendra, con sus horrores, la insurrección proletaria-pues no hay insurrección capaz de instaurar el socialismo si no han madurado las condiciones económicas para él-, sino también porque el capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala, un peldaño de la escalera histórica entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio (subrayado mío, GM).

* * *

Nuestros eseristas y mencheviques enfocan el problema del socialismo de una manera doctrinaria, desde el punto de vista de una doctrina aprendida de memoria y mal asimilada. Presentan el socialismo como un porvenir lejano, desconocido y nebuloso.

Pero el socialismo asoma ya por todas las ventanas del capitalismo moderno, el socialismo se perfila de forma inmediata, prácticamente, en toda medida importante que represente un paso adelante a partir del capitalismo moderno (subrayado mío, GM).

¿Qué es el trabajo general obligatorio?

Un paso adelante sobre la base del capitalismo monopolista moderno, un paso hacia la regulación de la vida económica en su conjunto de acuerdo con un plan general concreto, un paso hacia un régimen de ahorro de trabajo del pueblo para impedir su absurdo despilfarro por el capitalismo.

En Alemania son los junkers (los latifundistas) y los capitalistas quienes implantan el trabajo general obligatorio; por eso, dicha medida se convierte inevitablemente en un presidio militar para los obreros.

Pero tomemos la misma institución y reflexionemos en la importancia que tendría en un Estado democrático revolucionario. El trabajo general obligatorio, implantado, reglamentado y dirigido por los Soviets de diputados obreros,soldados y campesinos, no sería todavía el socialismo, pero no sería ya
el capitalismo. Representaría un paso gigantesco hacia el socialismo, un paso después del cual, si se mantuviese una democracia plena, sería imposible retornar al capitalismo sin recurrir a una violencia inaudita sobre las masas.” (Íbid. 86-87).

La concepción de Lenin se inscribe plenamente en el marco de las ideas que animaron su accionar en las jornadas de la Revolución de Octubre.

Sin embargo, hay “críticos” que sostienen que la idea de Lenin acerca del CME es una especie de concepto operativo que no tuvo otro fin que instrumentar las acciones en el proceso concreto de la Revolución, o sea, que sólo tuvo sentido hablar de CME en el marco concreto de la instauración del socialismo en la URSS, y que, de plano, sólo conviene hablar de CME en determinadas coyunturas, como la Alemania nazi o la República Popular China.

En pocas palabras, para los “críticos” el CME carece de alcance histórico-social, y se limita a un cierto estadio transitorio del capitalismo. Nunca explican los “críticos” cómo logra el capitalismo semejante regeneración que le permite mantenerse en el estadio anterior a la Guerra imperialista mundial por décadas y “desmantelar” el CME ahí donde surge. Éste es el verdadero enigma de la “crítica” a la teoría leninista del CME, teoría que los “críticos” confunden con la doctrina revisionista del capitalismo de Estado, con la cual nada tiene que ver.

Pues, como Lenin indica, el CME es un proceso que recorre el mundo desde la Primera Guerra imperialista mundial:

La cuestión del Estado adquiere actualmente una importancia singular, tanto en el aspecto teórico como en el aspecto político práctico. La guerra imperialista ha acelerado y agudizado extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La opresión monstruosa de las masas trabajadoras por el Estado, que se va fundiendo cada vez más estrechamente con las asociaciones omnipotentes de los capitalistas, cobra proporciones cada vez mas monstruosas (Subrayado mío, GM). Los países adelantados se convierten -- y al decir esto nos referimos a su "retaguardia" -- en presidios militares para los obreros. Los inauditos horrores y calamidades de esta guerra interminable hacen insoportable la situación de las masas, aumentando su indignación. Va fermentando a todas luces la revolución proletaria internacional. La cuestión de la actitud de ésta hacia el Estado adquiere una importancia práctica.” (V. I. Lenin, Prólogo a la primera edición de El Estado y la revolución, Agosto 1917).

¡El CME delineado en la primera página de El Estado y la revolución! Entonces ¿es el CME un concepto histórico-social desarrollado por Lenin o una idea coyuntural?

En esta misma obra, Lenin traza el papel histórico del CME:

Un ingenioso socialdemócrata alemán de la década del 70 del siglo pasado, dijo que el correo era un modelo de economía socialista. Esto es muy exacto. Hoy, el correo es una empresa organizada según el patrón de un monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va convirtiendo poco a poco todos los trusts en organizaciones de este tipo (subrayado mío, GM). En ellos vemos esa misma burocracia burguesa, entronizada sobre los 'simples' trabajadores, agobiados de trabajo y hambrientos. Pero el mecanismo de la gestión social está ya preparado en estas organizaciones. No hay más que derrocar a los capitalistas, destruir, por la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de estos explotadores, romper la máquina burocrática del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del 'parásito' y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por los mismos obreros unidos, dando ocupación a técnicos, inspectores y contables y retribuyendo el trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios del 'Estado' en general, con el salario de un obrero. He aquí una tarea concreta, una tarea práctica que es ya inmediatamente realizable con respecto a todos los trusts, que libera a los trabajadores de la explotación y que tiene en cuenta la experiencia ya iniciada prácticamente (sobre todo en el terreno de la organización del Estado) por la Comuna.
Organizar toda la economía nacional como lo está el correo para que los técnicos, los inspectores, los contables y todos los funcionarios en general perciban sueldos que no sean superiores al 'salario de un obrero', bajo el control y la dirección del proletariado armado: he ahí nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que nosotros necesitamos y la base económica sobre la que este Estado tiene que descansar. He ahí lo que darán la abolición del parlamentarismo y la conservación de las instituciones representativas, he ahí lo que librará a las clases trabajadoras de la prostitución de estas instituciones por la burguesía.” (V. I. Lenin, El Estado y la revolución, Capítulo III, Apartado 3, en www.marxists.org).

Y más adelante:

La crítica del proyecto del programa de Erfurt, enviada por Engels a Kautsky el 29 de junio de 1891 y publicada sólo después de pasados diez años en la revista 'Neue Zeit', no puede pasarse por alto en un análisis de la doctrina del marxismo sobre el Estado, pues este documento se consagra de modo principal a criticar precisamente las concepciones oportunistas de la socialdemocracia en la cuestión de la organización del Estado.
Señalaremos de paso que Engels hace también, en punto a los problemas económicos, una indicación importantísima, que demuestra cuán atentamente y con qué profundidad seguía los cambios que se iban produciendo en el capitalismo moderno y cómo ello le permitía prever hasta cierto punto las tareas de nuestra época, de la época imperialista. He aquí la indicación a que nos referimos: a propósito de las palabras 'falta de planificación' (Planlosigkeit ), empleadas en el proyecto de programa para caracterizar al capitalismo, Engels escribe:

'Si pasamos de las sociedades anónimas a los trusts, que dominan y monopolizan ramas industriales enteras, vemos que aquí terminan no sólo la producción privada, sino también la falta de planificación' ("Neue Zeit", año 20, t. I, 1901-1902, pág. 8).
En estas palabras se destaca lo más fundamental en la valoración teórica del capitalismo moderno, es decir, del imperialismo, a saber: que el capitalismo se convierte en un capitalismo monopolista. Conviene subrayar esto, pues el error más generalizado está en la afirmación reformista-burguesa de que el capitalismo monopolista o monopolista de Estado no es ya capitalismo, puede llamarse ya 'socialismo de Estado', y otras cosas por el estilo (subrayado mío, GM). Naturalmente, los trusts no entrañan, no han entrañado hasta hoy ni pueden entrañar una completa sujeción a planes. Pero en tanto trazan planes, en tanto los magnates del capital calculan de antemano el volumen de la producción en un plano nacional o incluso en un plano internacional, en tanto regulan la producción con arreglo a planes, seguimos moviéndonos, a pesar de todo, dentro del capitalismo, aunque en una nueva fase suya, pero que no deja, indudablemente, de ser capitalismo. La 'proximidad' de tal capitalismo al socialismo debe ser, para los verdaderos representantes del proletariado, un argumento a favor de la cercanía, de la facilidad, de la viabilidad y de la urgencia de la revolución socialista, pero no, en modo alguno, un argumento para mantener una actitud de tolerancia ante los que niegan esta revolución y ante los que encubren las lacras del capitalismo, como hacen todos los reformistas.” (Íbid. Capítulo IV).

Para Lenin la cuestión del Estado y del imperialismo estaban imbricadas en un mismo proceso histórico con la cuestión de la revolución proletaria, y era un error tratar de tratarlas como cuestiones separadas, pues una verdadera estrategia sólo podía y puede elaborarse con base en una perspectiva correcta y realista de la cuestión del Estado bajo el imperialismo y no con ilusiones reformistas que dejan “para después” la elaboración de la teoría científica de la transformación del capitalismo en socialismo, misma que sustituyen “por el momento” con ilusiones pequeñoburguesas acerca de un imperialismo homogéneo donde el Estado “sólo es garante de la explotación capitalista pero no participa de ella”, etc. Los “críticos” admiten solo de palabra la teoría leninista del imperialismo, pero en los hechos rechazan las conclusiones que se desprenden de ella.

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