lunes, 26 de octubre de 2009

El origen de la crisis económica

Desde fines de 2008 se declaró en crisis la economía mundial, incluyendo la mexicana.

En nuestro país, la propaganda gubernamental ha sido insistente en afirmar que la crisis “llegó de fuera”, o sea, que ni el Gobierno ni la organización económica del país son responsables de la debacle; que la crisis era inevitable, y que, por lo tanto, el Gobierno está haciendo esfuerzos extraordinarios para que el país remonte la situación que, se afirma, es pasajera, de manera que todo el orden económico vuelva a donde estaba antes de la crisis.

La cuestión es muy diferente en el terreno de los hechos. Los signos de la crisis no comenzaron a aparecer a fines de 2008, sino mucho antes, sólo que los financistas y banqueros los disimularon mediante una serie de especulaciones con divisas y con materias primas que inflaron los mercados financieros, o sea, ocurrió que grandes masas de dinero en poder de los bancos, agencias de seguros y empresas financieras que usualmente se destinan a todo tipo de inversiones, comenzaron a usarse a niveles extraordinarios para jugar apuestas sobre los precios de inmuebles y materias primas estratégicas, como el petróleo y los granos comestibles, cuyos precios se dispararon para luego derrumbarse cuando se desató la crisis.

La crisis llevó a la quiebra a empresas como Bear Stearns, Lehman Bros., Ford, GM, Chrysler, entre otras, y destapó los fraudes multillonarios de Madoff y Stanford, todo lo cual hizo de la crisis un fenómeno mundial.

Estas quiebras originaron un pánico financiero que llevó a las caídas en las bolsas de valores, al retiro de dinero de la circulación y, en general, al colapso de los intercambios financieros mundiales; entonces comenzaron a aparecer noticias de los efectos sociales de la crisis: despidos en masa de trabajadores. Los Gobiernos de EU y Europa comenzaron a aplicar con fuerza una política de rescates financieros otorgando millones de millones de dólares (EU ha invertido en recates más de dos millones de millones de dólares) a los bancos y empresas financieras para evitar su quiebra. GM, Ford y Chrysler se salvaron por poco.

Pero, a diferencia de lo que creen los personeros del Gobierno y los economistas, la raíz de la crisis no se halla en estos hechos. Los economistas creen que las crisis son procesos que ocurren al nivel de los intercambios financieros y comerciales. Para los economistas la esfera de la producción carece de problemas fundamentales.

La raíz de las crisis, contrariamente a las especulaciones de los economistas, se halla en la misma producción, los problemas en la esfera de la circulación son efectos de las contradicciones que existen al nivel de la producción. Cuando los economistas plantean que los malos manejos financieros de algunos zorros capitalistas aislados causaron la debacle, no proceden a explicar por qué esos zorros pudieron hacerse de tantos recursos y evadir las normas de los Gobiernos (muy laxas después de la desregulación); no explican cómo es que había tantos recursos disponibles para la especulación.

Los economistas consideran a la producción sólo desde el punto de vista técnico. O sea, como acción del hombre sobre la naturaleza, y no como un proceso social, como un conjunto de relaciones sociales. La producción tiene que verse desde ambas perspectivas, pero en lo que respecta a la crisis económica, el punto de vista “social” es el más importante.

Desde la perspectiva social, la producción capitalista es un proceso de obtención de ganancias por los poseedores del capital, y esas ganancias se obtienen mediante la explotación de trabajo no pagado; los trabajadores asalariados laboran toda una jornada para un patrón, pero sólo reciben a cambio lo mínimo necesario para su sobrevivencia y la de su descendencia, reciben por su trabajo objetos de consumo, pero no capital; los trabajadores no se enriquecen con su trabajo. La diferencia entre lo producido y lo retribuido a los asalariados es la ganancia, y toda esa diferencia va a los bolsillos de los patrones, que se la reparten conforme a sus propias reglas, y una parte va al Estado, a fin de que éste cuente con recursos para funcionar.

La esfera de la circulación es la del reparto del dinero obtenido del trabajo no pagado.

Conforme los capitales se van haciendo más grandes, la competencia entre los capitalistas por las materias primas, los mercados y la fuerza de trabajo arrecia, los precios de los insumos aumentan, y la presión por bajarlos aumenta, lo que implica que tengan que disminuir las ganancias y los salarios.

Cuando las ganancias disminuyen o tienden a disminuir, los capitalistas retiran su dinero de los negocios menos rentables e intentan llevarlos a los relativamente más rentables, se produce un desplazamiento del capital. Este desplazamiento puede realizarse hasta que las distintas ramas de la economía se saturan de capital y faltos de mercados solventes. La alternativa a esta situación sería una baja general de los precios, pero eso significaría sacrificar voluntariamente las ganancias de los capitalistas, quienes únicamente se interesan por la demanda solvente, no por la demanda social.

Es entonces cuando los capitalistas llevan sus capitales a los mercados financieros, a los mercados de capital, donde se corren apuestas sobre los precios de diferentes productos y se ganan o se pierden grandes sumas de dinero sin producir nada. Hacia 2008, la masa de capital en los centros financieros llegó a ser tan grande (del orden de millones de millones de dólares) que ya no se apoyaba en un equivalente de mercancías, el crédito al consumo y a la vivienda en los EU servía para sacar a flote este Titanic financiero virtualmente quebrado, pero cuando los deudores yanquis ya no pudieron pagar, sobrevino la bancarrota de los mercados financieros. Muchos financistas sólo jugaban con cifras y promesas de pago imposibles de cumplir, por lo que los precios de los bienes raíces, materias primas y divisas estaban muy por encima de su valor, y cuando comenzaron a ajustarse los precios, surgió la amenaza de que cayeran por debajo de su valor, por lo que siguió una huida en masa de los mercados de capital, un “pánico financiero”, en que los financistas corrieron a comprar bonos del Gobierno yanqui sobrevaluados.

Pero el origen de la crisis, la competencia entre los diferentes capitales, ha quedado en la penumbra.

Ya en sus primeros coletazos, la crisis misma va resolviendo las contradicciones de la competencia capitalista: derrumba los precios de las materias primas, máquinas e insumos, lo que permitirá reaprovisionar a la industria y al comercio; además, y más importante, alivia la competencia por la fuerza de trabajo, derrumbando los salarios y aumentando el desempleo, lo que crea un inmenso ejército de desempleados dispuestos a recontratarse por mucho menos salario y peores condiciones de trabajo y de retiro.

Conclusiones:

-La crisis es la solución capitalista a las contradicciones creadas por la competencia entre los propios capitalistas.

-La crisis sienta nuevas bases, más opresivas para los trabajadores, para obtener ganancias aumentadas.

-La crisis es también un proceso de selección de los capitalistas, los más ricos, los más hábiles, sobreviven y se hacen más ricos, los demás perecen y son expropiados por sus competidores.

-La crisis, en suma, es un proceso de depuración del capitalismo a costa de los trabajadores, del medio ambiente, y del conjunto de la sociedad, depuración que sólo sirve al conjunto de la clase capitalista y que prepara las nuevas crisis por venir.