lunes, 20 de diciembre de 2010

La migración humana en la historia

Frecuentemente se tiene la idea de las sociedades antiguas como casi inmóviles, aisladas y autárquicas, sólo sacudidas por las guerras o los desastres naturales.

Sin embargo, las investigaciones históricas y arqueológicas nos brindan un cuadro muy diferente de la antigüedad. Los contactos y los consecuentes intercambios entre las sociedades pasadas han sido mucho más constantes de lo que se creía anteriormente.

Las diferentes sociedades, todas escindidas de un único tronco biológico humano, han comerciado y guerreado sucesivamente, luchando por territorios, recursos y hegemonía política, religiosa y étnica. Para esto, los desplazamientos a través de distancias a veces muy grandes han sido indispensables. Desplazamientos de individuos, grupos, ejércitos y aún poblaciones se han producido por milenios a lo largo de todo el orbe, hasta los rincones más apartados e inhóspitos, siempre a la búsqueda de los medios de existencia indispensables para perpetuarse.

Los contactos entre los diferentes grupos han tenido un impacto diferenciado, a veces han llevado a la extinción de un grupo debido a su absorción por otro o por su eliminación violenta. Pero también han llevado a una nueva época de progreso, por ejemplo, mediante la difusión de conocimientos y tecnologías. Se sabe que la domesticación del trigo, la metalurgia del hierro y la escritura alfabética fueron realizadas en el área comprendida entre Palestina e Irán, y que desde ahí se difundieron hasta el occidente de Europa, pasando por toda la cuenca mediterránea y quizá al oriente de Asia, pasando por el Asia central. El maíz se habría difundido igualmente desde una región en el México central hacia el norte y el sur, alcanzando tierras tan lejanas como el Perú. Tal difusión nunca constituyó un acto único, sino que requirió un largo tiempo, y se efectuó a través de muchos pueblos. Los francos del siglo VIII estaban lejos de suponer que las letras latinas que ellos perfeccionaron las debían a los ancestros de los árabes que los invadieron desde España, pero los griegos reconocían el origen semita de su escritura, llamándole “escritura fenicia”.

Los intercambios culturales más notables de la antigüedad tuvieron lugar en la cuenca del Mediterráneo, sobre todo en la parte oriental; ahí, egipcios, semitas, iranios, griegos, anatolios y turanios, convivieron por milenios, influyéndose recíprocamente. La guerra y el comercio fueron los vehículos de grandes avances tecnológicos y de profundas transformaciones sociales. Los griegos y fenicios, navegantes, piratas y comerciantes jugaron un papel relevante en estos procesos, fundando sus colonias mercantiles a lo largo del litoral, fueron los enlaces entre los pueblos del Mediterráneo, el Mar Negro y aún del lejano océano Índico. De los fenicios se considera que pudieron alcanzar el occidente de África y la Gran Bretaña, aunque no se establecieron en estos territorios. El surgimiento de Roma empujó al ocaso al Próximo oriente, al menos por un tiempo, pero este nuevo imperio pronto estableció comunicaciones regulares con tierras lejanas, sobre todo la India, Nubia, y el norte de Europa. Pronto se estableció una ruta de comercio casi legendaria, la “ruta de la seda”. De alguna manera no esclarecida, los romanos accedieron a la seda, entonces sólo producida en la remota China, esta tela, se comenzó a importar a través de varios intermediarios, trasladándola por tierra a través del Asia central hasta Siria, donde se preparaba una tela con diseño al gusto romano a partir de la fibra cruda o de la tela con dibujos orientales, que era destejida hilo por hilo y vuelta a tejer, para ser luego embarcada a Roma donde la adquirían los romanos ricos que pagaban en oro. La ruta de la seda fue un importante puente cultural, pues llevó el cristianismo al Asia central, así como la escritura alfabética (alfabetos uigur y mongol).

La caída del imperio romano no frenó estos contactos, salvo quizá en Europa, en proceso de feudalización, pero más allá, en el Asia, el empuje de los musulmanes arrojó a los decadentes bizantinos de Próximo Oriente y enlazó todo el norte de África con Asia y más tarde con Asia oriental a través del Asia central y de Insulindia. Los árabes, como es ampliamente reconocido, trasladaron conocimientos desde los antiguos centros de cultura de Oriente hasta la península ibérica, invadida por ellos en 711, así, los números arábigos, más bien indios, y la caña de azúcar, que tanta importancia tendrá en la historia de América, llegaron a Europa. Los árabes instalaron negocios en los puertos de China, se extendieron por la costa swahili en el África oriental, donde inauguraron un boyante comercio de esclavos, que eran llevados a Asia. Tras la batalla de Talas (Asia central) los musulmanes se apoderaron de expertos chinos en la fabricación de papel, que acabó por desplazar al pergamino. Con los árabes, la ruta de la seda alcanzó sus mayores cotas.

Es significativo, debido al atraso de los medios de transporte, que relativamente pocos árabes “de cepa” se desplazaran en las campañas de conquista, salvo en los primeros tiempos; las sucesivas oleadas musulmanas se integraron con nativos, beréberes en África del norte y persas en Asia, luego con turcos centroasiáticos, los musulmanes, sobre todo militares, pero luego funcionarios y letrados arabizados e islamizados se movilizaron en número de varios miles para conquistar nuevos territorios que fueron integrados a la cultura y religión islámicas.

La migración de pueblos, grupos y aún individuos ha tenido, pues, un efecto nivelador en el terreno de la cultura, llevando y trayendo conocimientos e ideas; las migraciones, aunque suelen acompañarse de violencia y aún aniquilamientos, también pueden sembrar las semillas de transiciones revolucionarias en los lugares donde se efectúan, como fue el caso de la invasión musulmana en España, que llevó un gran caudal de conocimientos a Europa, o la invasión de América por los europeos a partir del siglo XVI, que si bien significó una enorme destrucción y una catástrofe demográfica para los pueblos nativos, también implicó un impulso decisivo a la formación de las relaciones de producción capitalistas en medio del decadente mundo feudal, pues en las tierras americanas se hallaron reservas cuantiosas de metales preciosos (oro y plata) indispensables para reforzar la circulación monetaria, y además, las tierras eran suficientemente buenas para la explotación de un producto tan valioso como el azúcar de caña, que se realizaba con trabajo de esclavos africanos (cuyo tráfico era otro gran negocio colonial). Todo un entramado colonial sostenido en las espaldas de los pueblos indígenas, reducidos prácticamente a una esclavitud de apariencia servil.

Con el correr del tiempo, las migraciones humanas no sólo no han cesado, sino que aún tienden a incrementarse; después de la invasión de América, millones de europeos se desplazaron al “nuevo” continente, al sur de África, a Australia, etc. Después de 1900 el signo comienza a invertirse, y la migración se produce desde los países colonizados por los europeos y estadunidenses con dirección a Europa y los EU, pero no se trata como antaño de una migración de naciones o viajeros aislados, sino de una combinación de ambas, pues se trata de cientos de miles de desplazados que se mueven individualmente o en pequeños grupos gracias a los modernos medios de transporte. Estos migrantes no buscan recrear su nación, sino asimilarse a la nación a la que llegan, aunque con frecuencia se enfrentan a la xenofobia de los locales.

La migración moderna, pues, es un producto neto del estado de las relaciones capitalistas de producción bajo el imperialismo neocolonial, y corresponden a la tendencia inmanente a la nivelación mundial de los salarios y los precios, misma que es constantemente socavada por la acción de los monopolios de Estado, que ante todo buscan apropiarse de la fuerza de trabajo en las mejores condiciones para ellos, o sea, a los precios más bajos posibles, por lo cual alientan la migración ilegal, a fin de que los trabajadores migrantes vivan en un ambiente hostil que los obligue a vender barata su fuerza de trabajo, sin capacidad de apelar a la solidaridad de clase de los trabajadores nativos, teniendo lugar una división al interior de la clase obrera que beneficia directamente a los capitalistas.

La naturaleza decadente del capitalismo se manifiesta también en el hecho de que las relaciones de producción vigentes se oponen directamente a la acción niveladora de la migración de los pueblos, buscando manipularla en su propio beneficio, sin embargo, pese a esto, la rueda de la historia continúa su marcha, y puede decirse que la migración y los intercambios entre los pueblos son otros tantos engranes de esa rueda.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Poder y paramilitarización del narcotráfico en el México actual

Es frecuente escuchar en algunos medios de comunicación afines a las posiciones del Gobierno la tesis de que la violencia delincuencial que sacude al país no tiene diferencias fundamentales con la de antaño, sólo que como ahora el Gobierno se ha empeñado en una lucha frontal contra ella, entonces esta se ha recrudecido ya que los grupos criminales se baten en retirada.

Pero poca evidencia puede aducirse a favor de una tesis tan simple. Ciertamente México ha padecido la violencia de los grupos delincuenciales desde mucho tiempo atrás, por no ir muy lejos, desde los 1970s hacia acá, los narcotraficantes han sembrado el terror en muchas poblaciones rurales, y en los asentamientos marginales de las ciudades, los grandes capos de las drogas han sido, desde los 1980s verdaderos “señores de la guerra” en varias regiones del país, sobre todo en Sinaloa, Ciudad Juárez, Tijuana y Tamaulipas; al capo se le asocia siempre a un grupo armado, lo sicarios, encargados de proteger los cargamentos de drogas, al capo y a su familia, así como de luchar en las calles para defender o conquistar las rutas del trasiego.

Desde hace tiempo, el capo y el sicario han sido parte del abanico del crimen por lucro en el país, junto a otros como los secuestradores y ladrones. El Gobierno, presionado por los EU ha perseguido el narcotráfico desde los 1940s, pero con intensidad creciente desde fines de los 1970s, combate en el que se han comprometido no sólo las policías federales (PJF, DIPD, DFS, AFI, PFP, PF), sino las corporaciones estatales y aún el Ejército. Los resultados de esta lucha han sido poco halagüeños, miles y miles de agentes de seguridad han sido corrompidos con el dinero de los cárteles, los cuales se extendieron por el país conforme se incrementaba la demanda de drogas de los EU, muchos capos y sicarios resultaron muertos o cayeron presos, pero fueron remplazados y los cárteles siguieron operando.

Hacia 2005-2006, cuando llegó al poder la segunda administración panista, la violencia criminal se había tornado incontrolable, las operaciones “México Seguro” habían fracasado, y el Ejército estaba involucrado en la seguridad de varias ciudades. El nuevo Gobierno se empeñó en una “guerra al narcotráfico” cuya motivación se ha debatido ampliamente. Con esta consigna se desplegaron miles de soldados en las calles de las ciudades más golpeadas por la violencia callejera. El anuncio fue hecho por el presidente de la República, que lo hizo enfundado en una casaca militar y con una gorra con cinco estrellas bordadas en un gesto altamente simbólico, en el que el poder civil se asimilaba al militar, buscando crear la impresión de unidad nacional en torno al Gobierno.

Para desgracia del bloque dominante, el Gobierno no acompañó la aparatosa “ofensiva” con medidas realmente efectivas de combate al narcotráfico, sobre todo en el área de las finanzas, en el de atención a la salud, en la educación y el combate a la pobreza, de manera que la “guerra” acabó limitándose al despliegue de militares en las avenidas principales de varias ciudades del norte y occidente del país, y que resultaron muy poco efectivas para detener tan sólo la violencia callejera.

Más aún, la militarización de la lucha con el narcotráfico tuvo como efecto la paramilitarización de los grupos delincuenciales. Numerosos grupos de policías y soldados se unieron a los cárteles, incluso sin abandonar sus corporaciones, altos mandos de la PF y del Ejército han sido acusados de tener tratos con narcotraficantes, y no han sido pocos los casos en que corporaciones estatales y municipales han quedado divididas por la afiliación de sus integrantes a distintos cárteles.

De hecho, en los últimos cuatro años, la violencia se ha recrudecido, y ha tomado un cariz nunca visto antes al menos en las zonas urbanas, pues los enfrentamientos se han tornado en verdaderas batallas que se prolongan por horas, en los que se emplean armas pesadas, explosivos y hasta cohetes portátiles. Incluso estas batallas se han producido a plena luz del día, en lugares concurridos, lo que ha generado pánico en muchas ciudades, sobre todo del norte y occidente del país. Convoyes de policías y soldados han sido emboscados en carretera, y en poblaciones pequeñas los edificios públicos han sido arrasados, como ha sido el caso en Tamaulipas, concretamente en municipios como Mier, cuyos habitantes en su totalidad tuvieron que refugiarse en poblaciones vecinas.

El estado de Tamaulipas ha registrado los episodios más álgidos de esta guerra, a mediados de 2010 comenzaron a registrarse una serie de alarmas en los foros informáticos referentes a un incremento de la violencia, estas versiones fueron descalificadas en la televisión como campañas de rumores alarmistas o de plano como manipulaciones de los grupos delincuenciales. Pero pronto, gracias a muchos ciudadanos tamaulipecos que se arriesgaron a grabar videos y a publicar versiones en red, se supo lo que estaba ocurriendo en el estado. El Cártel del Golfo (CDG) había comenzado una verdadera campaña bélica contra el cártel de los “Zetas”, con el fin de expulsarlos de Tamaulipas, donde ambas organizaciones convivían.

Cabe hacer un apunte sobre el origen de los “Zetas”, pues es el indicador más saliente de la naturaleza de la “guerra”. Los Zetas fueron en su origen la guardia personal del capo Osiel Cárdenas, jefe del CDG, y que se dice desconfiaba profundamente de sus lugartenientes, por lo cual reclutó a varios desertores del Ejército, de los nuevos grupos de élite GAFE (Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales); los llamados Zetas comenzaron a ganar influencia dentro del cártel del Golfo, que controla la ruta de trasiego que va del Caribe al sur de Texas. Incluso cuando Cárdenas fue detenido y extraditado a los EU, donde permanece, los Zetas continuaron en ascenso, continuamente reforzados por militares mexicanos y centroamericanos.

Para 2005-2006, los Zetas ya podían considerarse un cártel independiente del CDG, con sus propias rutas y plazas fuertes, y con su líder Heriberto Lazcano, convertido en un capo, hombro con hombro con los “barones” de la droga.

Los Zetas se hicieron odiosos al CDG, que lanzó una campaña de propaganda llamando a la erradicación de los “fuereños” (los del CDG son tamaulipecos en su mayoría o así lo afirman, y los Zetas son de otros lados, sobre todo de Hidalgo). La oleada de 2010 fue liderada por el CDG, pero consta que recibió ayuda de otros cárteles, incluso rivales, sobre todo el de Sinaloa, y la Familia Michoacana, que enviaron sicarios en gran número a Tamaulipas a combatir a los Zetas. Según testigos y registros gráficos, las calles de las ciudades comenzaron a ser patrulladas por convoyes de camionetas tipo van con rótulos que decían “CDG”, o sea, Cártel del Golfo”, a manera de identificación; estos grupos armados se movilizaban impunemente, a la búsqueda de células de los Zetas, tomando carreteras, calles y poblados completos, participando en cruentos enfrentamientos, sin que las fuerzas de seguridad locales o federales actuaran en su contra, lo que hizo pensar que había un acuerdo para eliminar a los Zetas, quienes fueron diezmados, pero lograron refugiarse en Nuevo León, en la zona de Monterrey, y pronto comenzaron a contraatacar, logrando recuperar sus posiciones, y restableciendo al menos en parte su lugar en las rutas del Golfo.

Los Zetas significaron un salto cualitativo en la estructura de los cárteles, pues no en balde están integrados por soldados. Conforman un grupo paramilitar, organizado según ordenanzas y sumamente disciplinado, como demuestra la resistencia que manifestaron a la oleada del CDG de 2010, lucha que en muchas partes de Tamaulipas aún continúa. Además, los Zetas han sido constantemente denunciados por sus rivales por participar en toda clase de delitos para financiarse, y particularmente en secuestros, sobre todo de migrantes, como hizo patente el caso de la masacre de San Fernando, donde presuntos Zetas sacrificaron a 72 migrantes centro y sudamericanos. El CDG llamó significativamente a regresar al “negocio de ellos”, o sea, el trasiego de drogas, y dejar los delitos contra la ciudadanía, algo semejante a lo que proclama La Familia, creada a su vez por los Zetas en Michoacán, y luego enfrentada a ellos.

Esta evolución de los cárteles en grupos paramilitares se corresponde con la situación general de crisis del capitalismo, pues el cambio en las rutas de tráfico y el incremento del consumo de estupefacientes en EU y Europa ha exacerbado la competencia entre los proveedores, que por ser negociantes al margen de la ley sólo pueden dirimir sus conflictos por medio de las armas, con las rutas de trasiego como campo de batalla. Nuestro país es atravesado por tres rutas principales: la del Golfo, que va de Quintana Roo a la frontera tamaulipeca; la central, que va de la Ciudad de México a Ciudad Juárez; y la del Pacífico, que va de Chiapas a Tijuana. Hay además otras ramas de importancia, principalmente la ruta Acapulco-DF; la Veracruz-DF; la Sinaloa-Ciudad Juárez; la Manzanillo-Guadalajara; la Monterrey-Reynosa; entre otras.

Estas rutas son materia de disputas constantes entre los cárteles, tanto más conforme las sumas de dinero se incrementaron, pero este mismo dinero atrajo a otros, sobre todo a policías, soldados y funcionarios, que se incorporaron individualmente o en grupos a las organizaciones criminales; y esto resultó en que las poblaciones rurales y urbanas a lo largo de las rutas de trasiego se convirtieron en posiciones en disputa. Más que nunca, resultó indispensable para un cártel controlar a policías y funcionarios locales para poder llevar a cabo su actividad, las plazas se compraron y vendieron como mercancías, o sea, se hizo participar del negocio a una cantidad mucho mayor de “socios”: funcionarios y agentes de seguridad, de lo que resultó que a veces se “vendía” una misma plaza a varios cárteles lo que hacía sobrevenir una oleada de venganzas y asesinatos contra policías, funcionarios y traficantes rivales. Esto motivó la búsqueda de rutas alternas, pero pronto se presentó de nuevo la disputa, y así la violencia acabó por extenderse a lugares que nunca antes se habían visto involucrados.

Un signo que anunció estos cambios fue la creciente cantidad de fusiles de asalto estadunidenses que aparecían en manos de sicarios, pues durante mucho tiempo el arma predominante fue el fusil AK-47, popularmente conocido como “cuerno de chivo” por su cargador curvado. Pero ahora se veía con abundancia el fusil AR-15, internado ilegalmente por la frontera norte; y con el llegaron armas mucho más temibles, como bazucas, lanzagranadas y fusiles antiaéreos Barret, que han tomado parte en feroces combates a lo largo de las rutas de la droga.

Y si estas armas han podido ser empleadas es que en buena medida los sicarios de hoy son policías y soldados desertores, en retiro o incluso en activo. Los Zetas incluso han contado con centros de entrenamiento para sus “reclutas” en ranchos de Tamaulipas y Nuevo León; en uno de estos centros se decomisaron gran número y tipo de armas, así como uniformes y mochilas con el emblema del grupo delictivo.

El fenómeno de la violencia delincuencial en México tiene un claro origen en la corrupción del Estado, que abrió las puertas de par en par de los cuerpos de seguridad a los grupos criminales, mismos que se sirvieron de ellos en la disputa por las rutas de trasiego, y acabaron por desmoralizarlos. El incremento del consumo en EU y Europa, pero también en México, ha inundado nuestro país de dólares que ingresan como una renta, como un capital que no puede invertirse en actividades productivas sin antes “lavarse”, o sea, hacerse pasar por dinero lícito a través del sistema financiero, mismo que participa felizmente del ciclo de la corrupción, y se convierte en parte de la esfera de criminalidad, a cambio de un dividendo considerable.

Significativamente, el Gobierno no ha dirigido sus esfuerzos punitivos contra el sector financiero, como si la cuestión del narcotráfico se limitase a bandas de sicarios con sombreros y camionetas de lujo que se pasean por las calles de ciudades del norte. Pero ¿es inocente de todo lo que ocurre el circuito financiero mexicano? Es de dudarse si se tiene en cuenta la cantidad de dinero que manejan los cárteles, y sobre todo el carácter cada vez más internacional de sus contactos y operaciones, si bien es cierto que buena parte de sus transacciones se realizan en efectivo, llegando a movilizar cantidades enormes de billetes (dólares), como lo han mostrado casos como el de Zhenli Ye Gon, presunto traficante de precursores de metanfetaminas, a quien se le decomisaron 205 millones de dólares en efectivo, que escondía en su casa, entre otros casos semejantes; también es conocido que muchos billetes son embarcados con destino a Sudamérica, para ser intercambiados por droga a los cárteles colombianos.

Y tampoco se ha hecho gran cosa en torno a los círculos políticos, salvo las detenciones, espectaculares, de alcaldes michoacanos, de un precandidato perredista, etc., que acabaron en un estruendoso fracaso, pues casi todos los reos fueron liberados por órdenes de tribunales. Es vox populi, sin embargo, que los círculos políticos están decisivamente confabulados con los narcotraficantes, revistas como Proceso han publicado señalamientos de vínculos de decenas de personajes de las administraciones locales y aún la federal con conocidos capos, sin que ello genere siquiera una respuesta. Más aún, el candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, y que era el contendiente favorito fue asesinado violentamente en una emboscada durante su campaña. El ex gobernador de Colima fue también asesinado violentamente, 15 alcaldes han caído muertos con violencia, también diputados locales y aún federales, un diputado del PT de Tamaulipas difundió una denuncia sobre el narcotráfico y fue asesinado junto con sus acompañantes, escolta incluida.

La crisis general del capitalismo se ha manifestado en México cómo una crisis de múltiples aspectos en donde el narcotráfico aparece como un factor concurrente, producto y causante de la corrupción del Estado, tanto en el nivel político como en el financiero y a nivel de las fuerzas de seguridad. Esta crisis se ha traducido en la conversión de la economía de producción y reinversión de plusvalor a una economía de canalización de rentas, en la cual una renta como la de la droga no se convierte en un capital productivo, sino que se destina al goce de unos pocos, que adquieren productos de importación y contratan servicios que a su vez se realizan con bienes importados. Por ejemplo, los capos y sicarios, que poseen la renta de la droga, compran, entre otros bienes de lujo, como grandes mansiones, que son construidas con materiales muy costosos, y cuya construcción requiere contratar muchos trabajadores especializados, los materiales de construcción y el trabajo especializado que se invirtieron en la casa del capo equivale a una gran masa de capital que deja de invertirse en fábricas y campos de cultivo, etc., esto es, que queda fuera de la circulación mercantil. Los capos y sicarios también gastan grandes sumas de dinero en vehículos y armas (sus “medios de trabajo”), que son o importados o producidos por empresas extranjeras. El dinero de la droga, como el del petróleo sólo sirve para sostener el poder de una minoría a costa del bienestar de las mayorías empobrecidas, que además ven su entorno vital sustraído a la tranquilidad por la constante violencia de los grupos criminales, lo que también significa un costo en la salud y en la marcha normal de los negocios. Este ha sido el caso de Monterrey, cuya fama de lugar próspero e industrializado se vino abajo cuando las bandas criminales fueron capaces de aislar la zona urbana movilizando a cientos de lúmpen para bloquear las principales carreteras que comunican la ciudad con el resto del país, luego bloquearon esas carreteras con vehículos, logrando idéntico resultado. El colmo fue que en los bloqueos participaran policías en activo al servicio de los cárteles.

Conclusión:

La “guerra” al narcotráfico, contrariamente a lo manifestado por el Gobierno, ha redundado en la paramilitarización de las bandas criminales, que se conducen como pequeños ejércitos privados bien disciplinados. Este proceso se ha traducido en una regresión para el conjunto del país, tanto en el aspecto político, como en el económico, en beneficio de una minoría de capos, capitalistas, políticos, jefes policiacos y militares, significando para las masas trabajadoras un atentado al bienestar y a la paz a las que aspiran genuinamente desde siempre.