lunes, 11 de enero de 2010

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona: ¿Una apología del capitalismo?

Parte II de II: La Sexta y México

El apartado IV de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona constituye un análisis de la situación contemporánea de México: “Ahora les platicamos lo que está pasando en nuestro México” (§1). El EZLN retoma algunos puntos ya planteados anteriormente y los centra en hechos de la historia reciente del país.

Afirma el EZLN: “lo que vemos es que nuestro país está gobernado por los neoliberalistas” (§1). Más propiamente, como hemos sostenido antes, debiera hablarse de “imperialistas”, o si se prefiere, de neoimperialistas. El EZLN nos alerta, “los gobernantes que tenemos están destruyendo lo que es nuestra nación, nuestra patria mexicana” (§1). Afirma acertadamente que “su trabajo de estos malos gobernantes no es mirar por el bienestar del pueblo, sino que sólo están pendientes del bienestar de los capitalistas” (§1) ¿Cómo “destruyen la nación”estos “malos gobernantes”? “Hacen leyes como las del TLC que pasan a dejar en la miseria a muchos mexicanos, tanto campesinos y pequeños productores, porque son comidos por las grandes empresas agroindustriales; tanto como los obreros y pequeños empresarios, porque no pueden competir con las grandes trasnacionales que se meten sin que nadie les diga nada y hasta les dan las gracias, y ponen sus bajos salarios y sus altos precios” (§1). Es decir, el EZLN identifica mecánicamente la ruina del pequeño productor y comerciante con la ruina de la “nación”. Pero, ¿sobre qué base el EZLN habla de que los obreros “compiten” con las trasnacionales junto a los pequeños empresarios? Las trasnacionales también contratan trabajadores nacionales, además, bajo el capitalismo predomina la competencia, tanto entre los propios capitalistas por ganancias como entre los trabajadores por los empleos. Esta es, por decirlo en términos coloquiales, la ley de la selva capitalista, sin embargo; debe hacerse el señalamiento puntual de que el predominio de la gran industria, en medio de sus profundas contradicciones, constituye la situación más ventajosa para los proletarios rurales y urbanos, hablando en términos históricos, por cuanto hace posible su organización en tanto clase social; situación muy diferente a la que tiene lugar bajo el predominio de la pequeña producción, donde dicha organización es incomparablemente más difícil de lograr pues no solo se enfrenta a la competencia entre trabajadores, sino a la dispersión geográfica y laboral de los mismos y a las actitudes paternalistas típicas del pequeño patrono.

La situación, pues, no puede reducirse a la cuestión de si los salarios y precios son altos o bajos, sino que debe comprenderse en términos de la lucha de clases.

En el mismo párrafo, en consonancia con la tergiversación arriba mostrada habla de “algunas de las bases económicas de nuestro México, que eran el campo y la industria y el comercio nacionales, están bien destruidos y apenas quedan unos pocos escombros que seguro también van a vender” (§1) ¿Cuáles son las otras “bases económicas de nuestro México” aparte del campo, la industria y el comercio? ¿Los servicios? ¿Y estos no están “destruidos”? El EZLN aduce todo lo anterior sin aportar cifra o referencia alguna, apelando quizá a la percepción subjetiva que propalan en los medios de comunicación, misma que se desprende de la constante ruina de la pequeña producción.

El EZ confunde la destrucción de la pequeña producción con el avance de la gran producción capitalista, lo que le conduce indefectiblemente a ilusiones sobre supuestas ventajas de la pequeña producción frente a la grande. Dice el EZLN “y estas son grandes desgracias para nuestra patria. Porque pues en el campo ya no se producen los alimentos, sino sólo lo que venden los grandes capitalistas, y las buenas tierras son robadas con mañas y con el apoyo de los políticos” (§2), pasa por alto el EZ el hecho de que el país forma parte de la división internacional del trabajo y que, por lo tanto, la búsqueda de ganancias capitalistas orienta la producción, por ejemplo, si el grano extranjero es más barato, se deja de producir en el país y se aumenta la producción de otros bienes agropecuarios con mayor demanda, como hortalizas y fibras textiles. Avanza la tecnificación del campo, se fortalece la diferenciación del campesinado en burguesía y proletariado y con ello la posibilidad de sustituir las viejas formas precapitalistas y capitalistas poco desarrolladas que aún agobian la vida rural, se ha olvidado ya la siniestra lacra de los acaparadores, pero estos no son preferibles a la gran empresa agropecuaria, que representa, al menos, la posibilidad de la organización de masas en el medio rural.

Es de dudarse que el EZLN manifieste algún tipo de nostalgia por acaparadores, usureros, finqueros y demás sanguijuelas del campo, por lo cual resulta extraño esta añoranza por la producción campesina, esta idealización del atraso rural que ha sido el fermento tradicional de las formas más brutales de explotación a lo largo de la historia de América Latina y de buena parte del planeta. Dice el EZ: “que en el campo está pasando igual que cuando el porfirismo, nomás que, en lugar de hacendados, ahora son unas empresas extranjeras las que tienen al campesino bien jodido. Y donde antes había créditos y precios de protección, ahora sólo hay limosnas... y a veces ni eso” (§2), pero la diferencia entre estas épocas históricas no se trata solamente de una sustitución de un patrón por otro, en principio no olvidemos que bajo el porfirismo la concentración de la tierra y la ruina del campesinado se efectuaron todavía por medio de la fuerza, mientras que en la actualidad se hace por medio del dinero, lo que implica una base económica distinta para un caso y para otro. Por otro lado, el sólo hecho de la migración en masa que se registra y la diversificación y aumento de los cultivos nos hablan de una transformación profunda de las relaciones de producción rurales, transformación que comenzó precisamente con los Gobiernos liberales del siglo XIX, Juárez, Lerdo y Díaz. Se cometen errores graves cuando no se distingue lo que diferencia una época de otra y se idealizan ciertas épocas pasadas, como aquellas en que se concedían “créditos y precios de protección” mismos que a fin de cuentas sirvieron para empujar fuertemente el desarrollo del campo en el sentido capitalista y apuntalar la diferenciación de clases que ahora se lamenta, todo lo cual siempre se hizo en beneficio de los más ricos y no en el de los explotados.

No se crea que pasamos por alto las duras e incluso trágicas condiciones en que se realiza el paso a formas capitalistas de explotación en el campo: los despojos, el desarraigo, la ruina en masa, el hambre, etc., agravados especialmente por el despotismo político, fruto histórico del escaso desarrollo organizativo y teórico de los explotados en países como el nuestro, que constituye una especie de círculo vicioso; pero ha de tomarse en cuenta que el estancamiento del campo en formas de explotación atrasadas sólo puede generar condiciones mucho más dolorosas y sin salida para los explotados. En otras palabras, los trabajadores del campo deben comprender que su única esperanza de libertad se vislumbrará en el avance del capitalismo hasta sus últimas consecuencias, en la exacerbación de sus contradicciones internas, pues sólo de esta manera los explotados podrán ver claramente los límites de la explotación y podrán vislumbrar los caminos de su superación.

¿Se quiere decir con esto que los trabajadores del campo deben renunciar a sus reivindicaciones inmediatas y que debe cesar toda resistencia al Estado y al capital? De ninguna manera, sino al contrario. En condiciones de atraso, en igual medida es necesaria la organización de los explotados en asociaciones de producción, de consumo, de defensa de la ecología, organizaciones políticas, etc. Pero debe advertirse sin ambages que esto no frena el avance del capital, sino que incluso lo acelera, debe decirse sin subterfugios que la ruina crónica de la pequeña producción es ineludible. No debiera alimentarse en el “campesinado” una fe en el futuro de la pequeña producción, pues esta carece de sustento y solamente le convertiría en reserva política del gran capital, que paradójicamente es lo que se quiere evitar, pues no hay mejor forma de sabotear la organización de masas de los trabajadores rurales que fomentar el apego a la parcela, o sea, a la propiedad privada. La defensa de la pequeña explotación sólo sirve a los intereses del gran capitalista.

“En su lado el trabajador de la ciudad – continúa el EZLN – pues las fábricas cierran y se quedan sin trabajo, o se abren las que se llaman maquiladoras, que son del extranjero y que pagan una miseria por muchas horas de trabajo. Y entonces no importa el precio de los productos que necesita el pueblo porque, aunque está caro o barato pues no hay la paga” (§3) Se produce de esta manera una mezcla de definiciones confusas que es preciso esclarecer, al menos de forma sumarísima. En primer lugar, no es necesario que una “fábrica” cierre para desemplear trabajadores, se olvidan los despidos, o el menor ritmo de contratación con respecto al aumento de la población, ambos procesos tienen lugar. El nivel de empleo depende, en última instancia, del nivel de la tasa de ganancia capitalista: tanto gano, tanto exploto.

En segundo lugar, se diferencia sin mayor precisión entre “fábricas” y “maquiladoras”, sólo se indica que estas últimas “son del extranjero”. ¿Acaso las maquiladoras no son fábricas? ¿Acaso los extranjeros no son dueños también de bancos, comercios y “fábricas”? Conviene hacer una breve puntualización sobre estos términos, introduciendo algunas definiciones.

La producción capitalista toma históricamente como punto de partida en la industria al pequeño taller artesano que desplaza al taller gremial del monopolio de la industria. Conforme progresa la organización del taller, éste eventualmente se transforma en manufactura, un gran taller que reúne un mayor número de trabajadores asalariados, que pueden o bien fabricar un mismo producto final o bien repartirse los distintos procesos para obtenerlo, desarrollando la división del trabajo al interior del centro de trabajo. La introducción de la máquina-herramienta acelera la división del trabajo y va diluyendo la especialización del trabajador, de modo que este va quedando apartado de los medios de producción, lo cual se logra en definitiva con la introducción de una fuente de poder central, el molino de agua, el de viento, la máquina de vapor, de combustión interna, eléctrica, etc. Se establece así la fábrica propiamente dicha. Las fábricas también se especializan y con el progreso de la división del trabajo nacional y luego internacional, los distintos pasos de las cadenas de producción se reparten en distintas fábricas o manufacturas repartidas a lo largo y ancho del país o entre muchos países. Las “maquiladoras” no son sino fábricas y manufacturas que realizan determinados procesos fraccionarios en la producción de artículos en cadenas de producción internacionales. Algunas maquiladoras son extranjeras, otras son nacionales, lo que ha llamado la atención sobre ellas es el hecho de que se encuentran fuertemente ligadas al capital imperial-monopolista y de que por lo tanto poseen una gran movilidad, trasladando sus operaciones ahí donde encuentran condiciones propicias: bajos salarios, regulaciones laxas, protección del Estado, etc. No tiene sentido entonces oponer las “fábricas” a las “maquiladoras”, pues unas y otras son eslabones de la misma cadena: la división internacional del trabajo. El esquema maquilador es el producto necesario del desenvolvimiento de la industria bajo el capitalismo imperialista contemporáneo.

Es incorrecto también, por lo tanto, suponer que tal profundización de la división del trabajo por sí sola supone que se “pague una miseria por muchas horas de trabajo” y que ya no importen los precios “pues no hay la paga”. La lucha por el salario es un factor más de la ecuación, pues el salario tiene dos límites móviles, a saber: un límite fisiológico y uno histórico-cultural, el primero comprende la cantidad de bienes necesarios para restituir la fuerza de trabajo del obrero y para su reproducción, es decir para el sostenimiento de una familia trabajadora, el segundo límite consiste de los bienes necesarios para satisfacer las necesidades espirituales (diversión, estudio, etc.) que los trabajadores han arrancado a los capitalistas en la lucha de clases. Y estos límites valen tanto para el sistema maquilador como para la fábrica que burdamente llamaremos “tradicional”. Por otro lado, las empresas del sistema “tradicional” también migran en circunstancias desfavorables, sólo que lo hacen con menos facilidad que las maquiladoras. Estas constituyen una organización del trabajo propia de la forma actual de la internacionalización del capital.

¿Sobre qué base el EZLN opone una “industria nacional” a la trasnacional en lo que respecta al asalariado? Dice: “Y si alguien se trabajaba en una pequeña o mediana empresa, pues ya no porque se cerró y la compró una gran trasnacional. Y si alguien tenía un pequeño negocio, pues también se desapareció o se puso a trabajar clandestinamente para las grandes empresas que los explotan una barbaridad, y hasta ponen a trabajar a los niños y niñas. Y si el trabajador estaba en un sindicato para demandar sus derechos legalmente, pues no, que ahora el mismo sindicato le dice que hay que apechugar que bajan el salario o la jornada de trabajo o quitan prestaciones, porque si no pues la empresa cierra y se va para otro país” (§3).

¿Sobre qué base el EZLN correlaciona “empresa nacional” con bienestar y derechos de los trabajadores? Su carácter “nacional” jamás le impidió al capitalismo mexicano explotar sin tregua y por todos los medios a su alcance al proletariado rural y urbano y a otras capas subordinadas. No debieran olvidarse las represiones masivas, la cacería de “subversivos”, los sindicatos blancos, los asesinatos de dirigentes y militantes sindicales, todo aquello que marcó el despotismo capitalista desde el porfirismo. ¿Considera el EZLN que la burguesía “nacional” era o es ajena a lo anterior? El aplastamiento de los trabajadores no es algo nuevo en México, el EZLN apela a los lugares comunes del pequeño productor que disfrutó de cierto bienestar y progreso material en las décadas posteriores a la reforma agraria cardenista, misma que entró en crisis hacia los años 1970s, cuando comenzó un proceso de restructuración del capitalismo a escala mundial, pero omite resaltar que el peso de este progreso capitalista siempre recayó sobre el proletariado rural y urbano y ciertas capas “campesinas” en vías de proletarización y que, por lo tanto, es un error colocar en el mismo grupo a estas clases con los grandes capitalistas, beneficiarios casi exclusivos de ese progreso. Las ventajas, mínimas, logradas por los trabajadores en esa época fueron arrancadas en la lucha, no pocas veces sangrienta, contra la ganancia capitalista. La pérdida de derechos y la baja de salarios que efectivamente se han producido dudosamente pueden atribuirse en exclusiva a una supuesta “destrucción económica” que es en realidad una restructuración de la división del trabajo bajo condiciones capitalistas, sino que conviene valorar el efecto del retroceso político y organizativo, al estancamiento y desmoralización del movimiento sindical, vinculados a dicha restructuración.

Extrae de todo esto el EZLN una conclusión inexacta muy propia del populismo, que ya hemos visto con anterioridad, “que, como la economía del pueblo está bien jodida tanto en el campo como en la ciudad, pues muchos mexicanos y mexicanas tienen que dejar su patria... e irse a buscar trabajo en otro país que es Estados Unidos, y ahí no los tratan bien, sino que los explotan, los persiguen y los desprecian y hasta los matan”(§4), conclusión que se empata muy bien con todo lo anterior.

Se resucita aquí la mítica economía popular de los antiguos populistas en la forma de la “economía del pueblo”, como algo opuesto a la economía capitalista. Pero no existe tal economía del pueblo separada de la capitalista, el mercado de bienes y de fuerza de trabajo liga indisolublemente a los distintos actores sociales en una única organización socioeconómica. También extrae el EZ de esta concepción errónea otro elemento inexacto: que la ruina de esta “economía del pueblo” es la causa de la migración desde el país hacia el extranjero y omite citar la migración desde el campo mexicano a las ciudades mexicanas, proceso aún vigente. El capitalismo se ha asentado ya en el campo a raíz de la creciente división del trabajo y el correspondiente intercambio de mercancías que fueron propiciados de manera importante por la reforma agraria, y la migración del campo es un subproducto de este proceso, originado por la proletarización de una gran masa de campesinos que son arruinados por la concurrencia capitalista. Es pues, la restructuración de las relaciones sociales del campo en función de los intereses del capital la fuente de la migración, migración que es una de las pocas armas en manos del proletariado rural para atemperar la disparidad entre el campo y la ciudad. No es plausible pues, buscar el origen de la migración en la ruina de una supuesta “economía del pueblo”, a menos que tal término se refiera a los ingresos de los trabajadores, en cuyo caso sería mejor decirlo así, en vez de inventar algo llamado “economía popular”. Por lo que respecta a la migración de origen rural y urbano hacia los EU, sólo puede tener su origen en las disparidades de las condiciones de vida entre ambos países, de otro modo no se explica que muchos mexicanos continúen intentando migrar si “los explotan, los persiguen y los desprecian y hasta los matan” (§4) pues en México también se persigue, desprecia y mata, ¿aducirá el EZLN que los migrantes persiguen un espejismo?

El propio EZLN lo constata cuando afirma que: “el neoliberalismo que nos imponen los malos gobiernos pues no ha mejorado la economía, al contrario, el campo está muy necesitado y en las ciudades no hay trabajo” (§4). “Y lo que está pasando es que México se está convirtiendo nomás en donde nacen un rato, y otro rato se mueren, los que trabajan para la riqueza de los extranjeros, principalmente de los gringos ricos” (§4), así se llega a una conclusión exacta y que merecería mayor desarrollo: “Por eso decimos que México está dominado por Estados Unidos” (§4).

Más adelante, dice el EZ: “pero no sólo pasa esto, sino que también el neoliberalismo cambió a la clase política de México, o sea a los políticos, porque los hizo como que son empleados de una tienda, que tienen que hacer todo lo posible por vender todo y bien barato” (§5). En momento alguno la “clase política” en la historia reciente del país ha dejado de estar al servicio del orden capitalista (que no necesariamente a las órdenes de los capitalistas), si se quiere decir que el Estado en su orientación actual se encuentra más dominado por el imperialismo que en épocas pasadas, pues simplemente debiera decirse así, en vez de pretender que bajo los gobiernos priístas se estaba lejos de la órbita del dominio imperialista. México ha sido un país dependiente desde su independencia de España, primero del capital inglés y luego del estadounidense, las políticas de autodeterminación se han arrancado en el curso de la lucha de clases. Asimismo, la política de privatizaciones-estatizaciones siempre se ha realizado en función de los intereses del orden capitalista, pretender que un gobierno “progresista” estatiza a ultranza y uno “reaccionario” vende a rajatabla, es un juicio demasiado simplista de una situación compleja, lo que debiera juzgarse en todo caso es si la política implementada hace avanzar al capitalismo o lo retrasa, de si sirve a una fracción avanzada del capital o a una retrasada.

Bajo una óptica poco elaborada se evalúa la modificación del artículo 27 constitucional: “cambiaron las leyes... y se pudieran vender las tierras ejidales y comunales. Eso fue el Salinas de Gortari, y él y sus bandas dijeron que es por el bien del campo y del campesino, y que así va a prosperar y a vivir mejor” (§5) Y se pregunta ingenuamente el EZLN: “¿Acaso ha sido así?” Se olvida o ignora que la cuestión fundamental en lo que respecta a la posición del Estado y el gran capital frente a la reforma agraria. El reparto de tierras y la creación de ejidos, a pesar de la retórica del grupo gobernante, no se concibió como la solución de los problemas de los campesinos a largo plazo, sino como un medio de desactivar su potencial revolucionario y asegurar así la estabilidad política del capitalismo, darle una base socioeconómica para consolidar sus fundamentos económicos y sacar todo el provecho posible de la descomposición del semi-proletariado “ejidal”. Si como hace el EZLN, observamos la cuestión desde el punto de vista del bienestar material del “campesinado”, compartiremos la misma conclusión que formula: “El campo mexicano está peor que nunca y los campesinos más jodidos que cuando Porfirio Díaz” (§5). Suponer que estos procesos debieran haber supuesto una bonanza perpetua y creciente para el “campesinado” es poco más que una postura que no se encuadra en una comprensión razonada, sino un esquema ideológico de clase, de clase pequeño-productora. El contenido de estos procesos carecía de un carácter distinto al del capitalismo; la creación de ejidos, en principio inalienables, sólo dificultó el proceso de diferenciación del campesinado en burguesía y proletariado, pero no lo suprimió, como quería hacer creer la demagogia priísta. Como muestra F. Omar Lerda ya en el año de 1984 , la información correspondiente al año 1970 arrojaba los indicios de un avanzado proceso de descomposición de los agricultores, tanto al interior del “sector privado” como en el “sector ejidal”, con la presencia de una gran burguesía agrícola minoritaria y una masa inmensa de obreros con parcela y una serie de estratos intermedios que dependen en menor o mayor medida del goce de salarios, complementados con la explotación de pequeñas parcelas, propias, ejidales o arrendadas, es decir, hacia 1970 , 18 375 predios de propiedad “privada”, el 1.8 % del total de ese sector, concentró el 62.3% de la producción agrícola de ese sector, con 364 629 pesos por predio en promedio, en tanto que 606 839 predios, el 60.8% del total produjeron únicamente el 1.6% del total, es decir, en promedio 291 pesos por predio. Con respecto al sector de propiedad “ejidal”, 4 194 predios, es decir el 0.2% del total del sector generó el 7.4% de la producción, con un valor promedio por predio de 180 949 pesos, mientras 798 664 predios, el 43.2% generaron únicamente el 3.2% del valor de la producción con 409 pesos por predio. Creer, como lo hace el EZLN que la cuestión esencial del sector agrícola gira en torno al artículo 27 constitucional, sobre restringir o no la propiedad de la tierra es pasar por alto el quid del proceso en curso, que reside en la emancipación del proletariado rural y urbano. Como afirma Michel Gutelman : “la ilusión principal de los agraristas consiste en creer que la solución de los problemas agrarios está en otra modificación de las relaciones de propiedad y en otra distribución del ahorro nacional sin que sea necesario tocar a las relaciones de clase fundamentales ni al modo de producción capitalista en su conjunto y, muy en particular, a su manifestación más característica: el mercado”. El populismo mexicano nunca excedió ni ha excedido los límites teóricos y económicos del capitalismo. Es significativo que estas tendencias, que ya eran patentes desde hace más de 40 años, pasaran desapercibidas para el populismo en su formulación actual.

El EZLN, de manera harto significativa, equipara la liberación de las restricciones al comercio de la tierra ejidal con la privatización de las empresas estatales, que según él, las “tenía el Estado para apoyar el bienestar del pueblo” (§5). La industria estatal y paraestatal fue concebida y puesta en marcha a fin de brindar a la empresa capitalista insumos baratos, sobre todo energéticos y asumir el costo y el riesgo de la operación de ramas productivas poco rentables pero necesarias. La existencia de una industria operada por un Estado al servicio de la clase capitalista es una cuestión de la política y programa al interior de esa misma clase, como lo es también la cuestión del comercio con el exterior, abrir o no las fronteras, es decir, aplicar políticas proteccionistas o no, es un problema de la correlación de fuerzas al interior de la clase capitalista y de esta con la burguesía extranjera. Digan lo que digan los capitalistas, atenerse a su palabra es atenerse al dicho de un sector con su propio interés en la cuestión. O sea que la propiedad ejidal actuó como un sector paraestatal al servicio del desarrollo capitalista.

Identificar el viraje, en las políticas referentes a la industria estatal y al comercio exterior hacia una mayor participación de capital privado y extranjero, con una ruta hacia el desastre es un tanto melodramático, se oscurece de esta forma el hecho de que los costos y riesgos de las políticas económicas y sociales capitalistas siempre descansan en los hombros de los proletarios, lo mismo de la ciudad que del campo. Un movimiento que aspire a la supresión del capitalismo debe abogar, en principio, por el progreso del capitalismo, es decir, debe pronunciarse a favor de aquellas políticas que acercan al capitalismo a su fin, debe fortalecer la lucha independiente de todos los explotados por sus intereses y educarlos en la plena conciencia de la naturaleza de las contradicciones del capitalismo, alejando de ellos las fantasías populistas, por muy caras que les resulten. Un trabajo de tal magnitud es, ciertamente difícil, por múltiples motivos, de orden tanto teórico como práctico. Es ciertamente más cómodo hablar de que: “la Constitución ya está toda manoseada y cambiada. Ya no es la que tenía los derechos y las libertades del pueblo trabajador, sino que ahora están los derechos y las libertades de los neoliberalistas para tener sus grandes ganancias. Y los jueces están para servir a esos neoliberalistas, porque siempre dan su palabra a favor de ellos, y a los que no son ricos pues les tocan las injusticias, las cárceles, los cementerios”(§10).

Esto lleva al EZ al planteamiento ultra-revolucionario: “Y los partidos políticos electorales no nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al servicio de los extranjeros, principalmente de los de Estados Unidos, y son los que se encargan de engañarnos, haciéndonos que miramos para otro lado mientras venden todo y se quedan con la paga. Todos los partidos políticos electorales que hay ahorita, no nomás unos. Piensen ustedes si algo han hecho bien y verán que no, que puras robaderas y transas. Y vean cómo los políticos electorales siempre tienen sus buenas casas y sus buenos carros y sus lujos. Y todavía quieren que les damos las gracias y que otra vuelta votamos por ellos. Y es que de plano, como luego dicen, no tienen madre. Y no la tienen porque de por sí no tienen patria, sólo tienen cuentas bancarias” (§7), y, más adelante: “¿Estamos diciendo que la política no sirve? No, lo que queremos decir es que esa política no sirve.” etc. Planteamiento que olvida que la política no es una construcción arbitraria, sino producto del desarrollo de la lucha de clases, y que no puede hacerse como que puede ser barrida de un manotazo para empezar desde cero, una política verdaderamente de izquierda sería que a los políticos “izquierdistas” se les “tome la palabra” a sabiendas que no cumplirán, pero con la intención de exhibir sus contradicciones e inconsecuencias frente a las masas populares, cuyo retraso político es la fuente última de la sobrevivencia de la lacra política de la “izquierda” oportunista y colaboracionista. Aislar a la vanguardia del movimiento popular sólo sirve al partido conservador. Más útil es un deslinde teórico y programático como el que el EZ realiza con esta Sexta Declaración.

Conclusión.

El esfuerzo de esclarecimiento de sus puntos de vista teóricos que hace el EZLN es digno de reconocimiento, sobre todo en una época caracterizada por un tecno-burocratismo burgués tramposamente presentado por los aparatos ideológicos del Estado como “apolítico”, “ahistórico”, “sin ideología”, que en realidad ostenta la política e ideología burguesas-imperialistas al servicio de la clase capitalista en su desenvolvimiento histórico.

La historia, más que cualquier disquisición teórica confrontará al EZLN con las contradicciones que manifiesta, pues tal resolución se le presentará como una necesidad no sólo teórica o programática sino práctica e histórica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario