lunes, 28 de diciembre de 2009

La revolución de 1910 en Chiapas y el materialismo histórico

En 1985 unos nueve años antes del alzamiento zapatista en los Altos chiapanecos, se publicó un libro acerca de la Revolución de 1910 en ese Estado, titulado Resistencia y utopía t.2. El autor, Antonio García de León describe minuciosamente las luchas de los finqueros y hacendados para evitar que la revolución afecte su status en la sociedad semi-esclavista chiapaneca. Finalmente, la revolución llega a Chiapas con los ejércitos carrancistas, teniendo lugar una de las mayores paradojas de la época, en la cual, los hacendados se levantaron en armas contra la revolución, y se hicieron llamar ¡villistas!

Finalmente, los hacendados doblegaron a los carrancistas en 1920 mediante una componenda con el Gral. Obregón que estaba sublevado contra Carranza. Pero los recuerdos de la Revolución quedaron latentes en suelo chiapaneco. Dice García de León:

“(…)en los santorales y mitologías, en el renovado acontecer de los oráculos, las pugnas de la revolución se integraron lenta y naturalmente entonces al bestiario de animales protectores y protegidos. Los mapaches [rebeldes anticarrancistas] se asumían como tales, los zapatistas se integraban al folklore de los zoques al mismo nivel que los seres sobrenaturales, generalmente antropófagos, que poblaban sus húmedos bosques desde el florecer milenario de la cultura olmeca. La tibia reforma agraria proclamada por Carranza se asumió entonces como la ayuda providencial de una fuerza externa que permitía disminuir, aunque sólo lo fuera en espacios muy delimitados, el poder opresivo de los finqueros y caciques ladinos [mestizos e indios hispanizados]. Así, los mitos sacralizaron de nuevo la historia e hicieron eterno el agradecimiento de los indios por ese pequeño espacio de poder que les fue cedido por los soldados del lejano norte.

“Aparecen entonces los ancianos tzeltales de Sivacá invocando el origen de las ratas domésticas, y explicando el por qué éstas se pasean libres por campos, silos y habitaciones, como ‘animales consentidos o domésticos’ (alak’il), mascotas del hombre:

“‘Es que antes no había ratas –recuerda uno de ellos-, no había más que una sola clase de ratas rojas de campo. Se cuenta que en tiempos de revolución vino el tiempo de las muertes sin sentido, y que las gentes se mataban mucho entre sí, o eran muertas por los rebeldes o los soldados. De una parte eran los rebeldes y de la otra los carranzas, y entre ellos también se mataban. Pero los carranzas eran buenos y protegían a los habitantes de los pueblos, mientras que los rebeldes eran malos y no respetaban a nadie, a ellos se les llamó entonces mapaches. Cuando la guerra terminó, cuando ya no hubo más la discordia, la sangre de los carranzas muertos dio lugar al nacimiento y origen de las ratas domésticas. Su sangre se transformó en rata y se les llamó «ratas carranza». Es por todo esto que hoy nos siguen y nos corren suplicantes alrededor; y nosotros las cuidamos, porque los carranza regaron su sangre para darnos la libertad, porque querían sacudirnos el poder de la finca y no pudieron. Por eso cuidamos esas ratas (…)’”

En suma, esta obra nos muestra, obviamente sin pretenderlo, las raíces del futuro alzamiento zapatista de 1994 en los triunfos de los finqueros ganaderos y cafetaleros sobre los revolucionarios carrancistas, cardenistas, agraristas y comunistas entre 1910 y 1940.

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