lunes, 24 de mayo de 2010

Trotskismo y estalinismo

El trotskismo constituye una de las orientaciones más conocidas de la Revolución Soviética, su principal exponente ha sido Lev Trotsky, revolucionario que tomó parte en el Octubre Rojo y en la primera parte de la construcción del socialismo en la URSS.

Tras la muerte de Lenin, en 1924, el bloque gobernante en la URSS se fracturó y Trotsky fue proscrito, el nuevo bloque, liderado por Iosif Stalin dirigiría al país desde entonces hasta 1953.

Los puntos de desencuentro entre Trotsky y Stalin no podían ser menos importantes, divergían en torno a la cuestión de si la URSS en tanto factor central de la Revolución mundial tenía que adoptar una de dos alternativas: o bien se constituía en vanguardia del movimiento mundial, o bien se convertía en la retaguardia de ese movimiento. La primera opción era defendida por Trotsky, que sostenía que cada revolución nacional debía ser encauzada por la Internacional Comunista (IC), de manera que escalase hasta la revolución socialista en la medida que lo permitieran las circunstancias, la Unión Soviética tenía que adoptar un papel de primera línea en cada movimiento, a través de la IC, pero Trotsky no debió ignorar las implicaciones que tal política podía tener en un ámbito internacional dominado por el imperialismo, o sea, que la intervención de la URSS podía llevar a una gran guerra en su contra por parte de las potencias imperialistas, por ello, Trotsky se apresuraba a reponer que sin una revolución en al menos una de las potencias imperialistas, la Unión Soviética estaba condenada al exterminio, lo que implicaba que en el caso de revoluciones como la de Alemania en 1918 o en 1923, la Unión Soviética debió jugarse el todo por el todo, pues en la revolución alemana se jugaba también la revolución rusa, y que aunque se pudiese perder todo, bien valía el riesgo si había la posibilidad de que un país como Alemania se pasase al socialismo. De lo contrario, advertía, la degeneración burocrática de una URSS aislada era inminente.

El planteamiento estaliniano era el opuesto, ya que la URSS era débil, sería incapaz de resistir un embate conjunto del imperialismo, y era incapaz de mantener un frente revolucionario en un país como Alemania; consideraba un error craso equiparar la URSS a un movimiento revolucionario de la manera en que lo hacía Trotsky, pues la Unión Soviética era también un Estado, un Estado en un país con fuerzas políticas heterogéneas, que a duras penas eran mantenidas a raya por un PCUS cada vez más burocratizado, y que por todo esto, era necesario que la Unión Soviética se mantuviera a raya de los conflictos mundiales, sirviendo de retaguardia a los movimientos locales, y mostrando el ejemplo de la construcción del socialismo con logros prácticos en el terreno económico.

El crudo realismo de Stalin se impuso al voluntarismo de Trotsky, la crisis del movimiento comunista se ahondó y llevó a las purgas de la “vieja guardia” bolchevique, a fines de los 1930s y al asesinato del mismo Trotsky en 1940. La URSS se convirtió en una fortaleza, con todas las implicaciones que eso tenía para la democracia proletaria; la política de la Unión Soviética se guió de manera casi exclusiva por sus necesidades de defensa frente al imperialismo liderado por los EUA, cuyo poder militar y financiero iba en aumento. La retirada del movimiento comunista europeo después de la guerra civil rusa pasó su factura al movimiento ruso, llevando a la dirección soviética a adoptar un compromiso con las más antiguas fuerzas de la vieja Rusia: el nacionalismo gran ruso, el militarismo, la burocracia zarista, el catolicismo ortodoxo y el Islam.

Stalin fue la personificación de esta síntesis, encarnó el compromiso del movimiento obrero revolucionario ruso con las fuerzas nacionales rusas para constituir un frente contra el imperialismo, que era percibido como una amenaza en común.

Trotsky creyó, ingenuamente, quizá de buena fe, que el movimiento obrero era capaz de cargar, por sí mismo el peso, de una ofensiva contra el imperialismo aún en las condiciones de retroceso general del movimiento internacional.

Aún es pronto para decir cual de los dos, Trotsky o Stalin, tuvo la razón.

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